miércoles, 27 de noviembre de 2013

EL MONJE QUE VENDIÓ SU FERRARI de ROBIN S. SHARMA

Es un libro lleno de consejos y frases para reflexionar, es ameno, fácil de leer, original, si no en su contenido, sí en la forma de narrarlo..., en definitiva, a mí me ha dejado huella. Por ello deseo citar algunos fragmentos de la fábula que creo que requieren ser meditados y comprendidos en todo su significado.

- "Solo cuando domines el arte de amarte a ti mismo podrás amar de verdad a los demás...."
- Cuando te sientas centrado y vivo de verdad, estarás en buena posición para ser una persona mejor."
- "Nunca descuides el poder de la sencillez".
- "El dominio mental se logra con entrenamiento".
- "No juzgues los hechos como positivos o negativos. Limítate a experimentarlos, festejarlos y aprender de ellos. En todo hay una lección que aprender..."
- "Empieza a vivir de tu imaginación, no de tus recuerdos."
- "La perseverancia es la madre del cambio personal".
- "¿Qué es la suerte,...?Nada más que la suma de preparación y oportunidad."
- "Cuando encuentras tu verdadero objetivo, la vida se vuelve más fácil y gratificante."
- "El autoconocimiento es el primer paso hacia el autodominio."
-  "La magia de la visualización puede ser aplicada a muchas situaciones."
- "El propósito de la vida es una vida con propósito."
-"El entusiasmo es una de las claves para una vida de éxito..."
-"Descubre tu vocación y empezarás a experimentar el éxtasis de una vida inspirada."
-"Cuando te atreves a salir de tu círculo de comodidad y explorar lo desconocido, empiezas a liberar tu verdadero potencial humano."
-"La soledad y la quietud te conectan con tu fuente creativa y liberan la ilimitada inteligencia del universo."
-"Estar en contacto con la naturaleza te permite sintonizar con la infinita sabiduría de tu yo superior."
-"....andar vigorosamente por entornos naturales, ya sea por senderos de alta montaña o por un frondoso bosque, hace maravillas contra la fatiga...."
-"El principio fundamental que debes tener presente es la importancia de empezar el día bien."
-"Tú eres lo que piensas todo el día".
-"Cuando te perfeccionas, estas perfeccionando las vidas de quienes te rodean."
-" El universo favorece a los valientes".
-"Cuando dominas tu vida dominas tu mente"
-"Con tu tiempo has de ser despiadado."
-"La felicidad es un viaje, no un destino."
-"A partir de hoy, aprende más, ríe más y haz lo que realmente te encanta hacer."

sábado, 23 de noviembre de 2013

EL PUEBLO DE MIS SUEÑOS

Aunque la ciudad en la que vivo no es excesivamente ajetreada y me permite tener todos los servicios y el trabajo a pocos minutos de casa, mi sueño es retirarme cuando mi situación laboral y social me lo permitan a un pueblo pequeño, de los muchos que hay dispersos por la geografía española, si bien es cierto, debo decir que tengo cierta preferencia por la Comunidad de Castilla La Mancha.
El pueblo con el que sueño tiene un entramado de calles estrechas, empedradas, silenciosas, algunas muy empinadas y otras en llano, pero por todas ellas se puede transitar sosegadamente sin que moleste el tráfico constante de coches y el ensordecedor ruido de las motocicletas.
El pueblo con el que sueño tiene casas palaciegas de grandes ventanales, pero también casas sencillas de fachadas acicaladas con peculiares detalles y variados colores, el blanco es el que predomina en su intento de alejar el pesado calor de los meses estivales y mantenerlas acogedoras, otras están abandonadas y la piedra original queda a la vista, pero no por ello han perdido su encanto.
El pueblo con el que sueño tiene una iglesia y esta a su vez tiene una campana que anuncia las horas de misa todas las mañanas. Los domingos es el día en el que acuden la mayoría de los pocos habitantes, y a la salida se forman en la puerta pequeños corros de vecinos comentando las anécdotas de la semana.
El pueblo con el que sueño tiene una plaza con ayuntamiento, lugar estratégico para la vida social; es el espacio asignado al mercadillo semanal, es la improvisada pista de baile en las fiestas locales y el punto de paso obligado para los visitantes y turistas.
El pueblo con el que sueño tiene un bello paseo de frondosos árboles en la época estival y se transforma en un romántico pasillo alfombrado en otoño.
El pueblo con el que sueño tiene una fuente, pero no sé si está en la plaza, en una callejuela o junto al cauce de un río que pasa cerca, en cualquier caso, de su caño sale agua clara y fresca procedente de un manantial de los montes aledaños.
El pueblo con el que sueño tiene un castillo casi en ruinas, testigo mudo del paso del tiempo. Se accede a través de una sinuosa pendiente que no resulta muy atractiva para los más veteranos del lugar.
El pueblo con el que sueño tiene una pequeña taberna, en ella se reúnen a última hora del día la mayoría de los hombres en busca de algún entretenimiento o simplemente conversación. En verano las mesas están colocadas en la calle y resulta agradable tomar el fresco, mientras que en invierno se mantiene encendida la calefacción porque en la calle hace un frío insoportable y no se puede estar.
El pueblo con el que sueño tiene también un centro social donde las mujeres pueden acudir a sus tertulias mientras se entretienen en sus labores de costura o punto.
Por último, la casa con la que sueño en ese pueblo tiene un salón con una enorme estantería llena de libros y un cómodo sillón colocado al lado de un gran ventanal a través del cual diviso la tranquila calle empedrada, estrecha y silenciosa y a lo lejos las tierras laboriosamente cultivadas y las suaves colinas pobladas de pinos.

Seguramente este pueblo existe, probablemente algún día lo encontraré, pero si alguien que lea este artículo conoce un lugar similar, no dude en decírmelo, me encanta visitar estos acogedores rincones de nuestro precioso país.

martes, 12 de noviembre de 2013

MÚSICOS BOHEMIOS

Hoy quiero escribir sobre los Grandes Músicos de la calle que interpretan auténticas Obras Maestras con sus preciados instrumentos, probablemente el único objeto de valor que tienen. Los viandantes locales muchas veces pasamos a su lado apresurados hacia nuestros quehaceres cotidianos, ni siquiera los miramos, ellos quedan dentro de nuestra rutina diaria. Si somos viajeros o turistas en una ciudad, probablemente pasamos más despacio, disfrutando de nuestro tiempo de ocio y contemplando el entorno urbano por el que nos movemos, en este caso somos más conscientes de los sonidos que nos envuelven porque quedan fuera de nuestras costumbres y entonces si podemos llegar a fijarnos en estos artistas y sentir un cierto punto de compasión hacia su situación personal, por ello nos detenemos unos minutos y tras arrojar una moneda que llevemos suelta en el monedero o en el bolsillo del pantalón seguimos con nuestro itinerario. Sin embargo, en mi último viaje mi percepción sobre estos músicos errantes fue diferente a otras veces; me encontraba tomando un café sentada en un entorno idílico, conversaba tranquilamente con mis hijas y mi marido mientras tomábamos un chocolate, disfrutábamos del sol de una plácida tarde de sábado y de pronto empezó a sonar una conocida melodía, se trataba de la banda sonora de la película "La vida es bella"; una pieza musical exquisita tocada por un trompetista y un guitarrista que sentados en dos taburetes en pleno paseo interpretaban de forma sensacional, y delante de sus pies se encontraba la gorra donde los transeúntes podíamos echar la propina si acaso nos venía bien o llevábamos algún dinerillo suelto "a la mano".
En esta ocasión, relajada y sin prisas, si fui consciente de quienes son estos artistas ambulantes; del esfuerzo de su aprendizaje, de su talento, de su constancia, de su coraje, de su ánimo y lo más importante de su sencillez, pues compartir algo tan preciado como el Don que tienen a cambio de unas pocas monedas y hacernos sentir sensaciones inolvidables es un acto de humildad y de generosidad que no se puede comprar ni con todas las riquezas del mundo, sin embargo ahí están, ofrecen Mucho a cambio de nada, y estoy segura que las sensaciones que viví esa tarde no las olvidaré, tampoco a ellos, a los que dedico este pequeño homenaje de recuerdo y mi más sincera gratitud.

lunes, 11 de noviembre de 2013

RESEÑA; MIRA SI YO TE QUERRÉ. LUIS LEANTE

Este es el título del tercer libro que leo de Luis Leante y si los dos anteriores no me defraudaron, este tampoco. Lo que me gusta de este escritor es su originalidad a la hora de contar una historia, el tema de cada libro es diferente y en su narración nada hace suponer que se trata del mismo autor si desconoces el nombre de este cuando los estás leyendo. En el "Canto del Zaigú" encontré episodios irónicos y muy entretenidos, "El vuelo de las termitas" te introduce en las vivencias y costumbres de la Edad Media española y  "Mira si yo te querré" te traslada a la segunda mitad del siglo XX, viajando desde Barcelona hasta el Sahara acompañando a dos personajes normales y corrientes, que viven una simple historia de amor pero que como muchas otras acaba en separación, olvido, desengaño y desilusión. 
Santiago San Roman y la doctora Cambra son los protagonistas de este relato, no tienen nada de especial, simplemente son dos personas de diferente clase social que el azar ha unido de manera caprichosa y que de igual forma los separa. La descripción de los lugares es muy detallada, sensorial y fotográfica. El lenguaje es sencillo y se intercalan términos saharauis que se sobreentienden y no complican la lectura. La narración se desarrolla en dos épocas; primera década del 2000 y los años 70, describiendo de forma clara y objetiva el conflicto que supuso el fin del colonialismo español en el Sahara y la independencia de este Pueblo
El tema de esta novela te hace reflexionar sobre las relaciones entre los pueblos; los prejuicios impuestos en la sociedad, las diferentes costumbres, la supervivencia en un medio tan hostil como es el desierto y la capacidad de adaptación que tiene el ser humano. En definitiva, el libro es mucho más que una simple historia de amor entre dos jóvenes que por circunstancias sociales se separan.

martes, 5 de noviembre de 2013

CAMINO DE MADRID

Cuando estaba en tercer curso de Bachiller fui a Madrid con mis compañeros de clase y los profesores de Historia. Se trataba de una estancia de tres días para visitar el Real Monasterio del Escorial, el Valle de los Caídos y el Museo de Prado, de esto hace ya unos cuantos años, tantos como 27, aunque parece que fue ayer. Desde entonces solo he estado en Madrid de paso, de camino a otros destinos elegidos para las vacaciones estivales. Sin embargo, cuando vi por primera vez El Real Monasterio del Escorial quedé tan impresionada que supe que algún día volvería a visitarlo y ese día fue el pasado fin de semana. Aprovechando el puente del día de Todos los Santos, mi marido, las niñas y yo preparamos las maletas y nos marchamos a Madrid. Nuestro primer destino sería El Escorial, por la tarde regresaríamos al centro y nos instalaríamos en el hotel.
Absorta en el paisaje manchego que atravesamos al viajar desde Murcia a Madrid, una vez más me fijé en el impresionante edificio que se eleva de forma majestuosa sobre una colina de la extensa llanura cobriza conquense. En viajes anteriores hacia Madrid, también lo había divisado y siempre me quedaba con la curiosidad de saber que era aquella imponente edificación y la historia que la envolvía. Esta vez propuse que al regreso de nuestro organizado viaje hiciéramos una parada en Uclés, pues así se llama el pueblo que indica el cartel anunciante del monumento, y eso es lo que hicimos. 
Tras dos días de intensa actividad por Madrid; visitando las calles más comerciales de la ciudad, paseando por El Retiro, de compras por El Rastro, viendo los monumentos representativos más céntricos, por fin llegó el momento de regresar de nuevo a Murcia.
Era la hora de comer cuando divisamos el cartel de Uclés, nuestros estómagos ya reclamaban atención y exigían una comida decente, después de someterlos a las torturas de la comida rápida durante los dos días de estancia en la ciudad.
Resulta curioso que apenas a 45 minutos de haber dejado el alboroto y el agobio de la capital, nos encontráramos en un entorno de paz y sosiego como en pocos sitios he visto. Casas blancas se alineaban en calles silenciosas, solo las voces de unos niños que pasaron por una calle próxima nos sacaron de la duda de que en este pueblo vivía gente, siguiéndolos llegamos a la plaza del ayuntamiento.  En un extremo de la explanada, un grupo de vecinos charlaban tranquilamente mientras tomaban unas cervezas, supimos que ese debería ser un lugar idóneo para reponer nuestras fuerzas y tímidamente nos asomamos al interior para ver el local y la posibilidad de quedarnos a comer. Al traspasar la puerta de la pequeña taberna el silencio desapareció como por arte de magia y un conocido bullicio emergió de golpe. En este lugar se encontraban reunidos los habitantes de este coqueto pueblo, charlando y viendo la Fórmula 1 mientras tomaban un aperitivo antes de regresar a sus hogares a comer con la prole. Solo tres mesas estaban ocupadas por viajeros como nosotros. El ambiente me resultó muy agradable y  familiar, pues se podía oler a la comida de puchero que nuestras madres nos preparaban con dedicación en tiempos pasados.
Tras una suculenta comida que nos sirvieron con mucha atención y esmero, nos despedimos de estas personas tan amables y nos dirigimos al Monasterio de Uclés, recorriendo las estrechas y empinadas calles hacia la entrada principal al recinto amurallado. Allí nos atendió una chica que es la encargada de cobrar las entradas y explicar el recorrido de la visita. 
El precio de la entrada resulta simbólico y además esta incluye la audioguía. La construcción aunque impresionante por fuera es sencilla y elegante por dentro, las vistas desde este lugar son magníficas y la tranquilidad se palpa en cada rincón,  no se aprecia mucha afluencia de visitantes, lo que hace que el sitio sea aún más atractivo.
Nuestra visita finalizó en la fuente que hay junto a la carretera principal y donde empieza un paseo de árboles frondosos, de hojas anaranjadas cayendo sobre el suelo y dando una imagen realmente otoñal al paisaje. En definitiva un lugar precioso que mereció la pena visitar. Tengo claro que cuando vaya a Madrid seguro que haré una parada en Uclés para relajarme y disfrutar del viaje.