sábado, 20 de diciembre de 2014

TRADICIONES NAVIDEÑAS

   En estos días próximos a la Navidad es típico que los gerentes de las empresas inviten a sus empleados a una suculenta comida o cena donde las tensiones rutinarias desaparecen y durante unas horas el personal se muestra distendido y feliz. Son momentos de charlar, de reír, de comer, de beber y de brindar por lo esperado o por lo conseguido. Jefes y empleados dejan a un lado las normas, las responsabilidades, las preocupaciones y se reconcilian por pasar un buen rato. 
   Tras asistir a la comida de empresa he podido comprobar que para muchos de mis compañeros el aliciente de este evento es el ambiente que surge tras la comilona, es ahí donde empieza la verdadera fiesta y no antes. Una vez finalizado el banquete es típico ir a tomar unas copas y a bailar. Se busca la zona de ambiente, y en un perímetro de dos kilómetros, los pubs y discotecas van tragándose a todo el personal que tiene intención de seguir con la marcha. Gente de diferentes edades entra y sale en una procesión calmada al ritmo de la música ensordecedora, los más parranderos se quedan dentro bailando entretanto toman sin prisa su copa entre vuelta y vuelta, los habladores prefieren la calle donde degustar su bebida mientras conversan con los compañeros y de vez en cuando oyen el jolgorio procedente del interior del local cuando la puerta se abre, ello les recuerda que la fiesta no queda lejos. 
   Hacía mucho tiempo que no pisaba uno de estos locales, pero este año al asistir a la comida de empresa la ocasión lo ha requerido y mis recuerdos se han trasladado a aquellos años adolescentes y de juventud en los que estar en un sitio así me causaba una sensación extraña que una vez más he vuelto a sentir; rodeada de personas que se mueven y saltan al ritmo de las canciones, que te empujan, que te gritan al oído para poder oírles, que te animan, que te incitan a que sucumbas en el ambiente y seas uno más, cuando en realidad estás por simple inercia, porque te dejas llevar y no quieres ser el rarito o diferente del grupo. Después de este sitio viene otro y con él otra copa y después otro y así hasta que las fuerzas aguanten. Lo más difícil de todo es la despedida, el decir que te vas a casa, que estás cansado, porque los resistentes a esta contienda te echan miradas abrasadoras y tú te sientes como una persona tediosa, aburrida y aguafiestas. Una vez que has logrado salir del alboroto te inunda una sensación de calma y de alivio que te permite de nuevo respirar y escapar muy lejos de allí, camino de tu vida, de los lugares que de verdad te gustan y con la gente que te espera en casa.

domingo, 16 de noviembre de 2014

CUPIDO NO APARECIÓ

- Buenos días José, ¿lloverá hoy? - Esa era la cuestión que todos los vecinos del pequeño pueblo siempre hacían a su vecino antes de aventurarse a sus tareas agrícolas a primera hora del día  y de antemano sabían que la probabilidad de que acertara era bastante alta, desconocían si era un don innato o bien sus predicciones se basaban en algún indicio científico, lo cierto es que era de fiar y por ello bastante conocido en la villa. 
Su trabajo de barrendero le permitía conocer a la mayoría de los residentes; ricos y pobres todos le daban los buenos días con cordialidad y respeto, no se le conocía enemistad con nadie, aunque bien es cierto que con unos disertaba sin mesura, todo dependía de que el interlocutor le ofreciera conversación, porque él, en realidad era un tanto tímido, y eso a pesar de que ya había cumplido los cincuenta y las canas le habían pintado todo el cabello.
Su vestimenta resultaba muy peculiar en los años que corrían, ya entraba el siglo XX en su segunda mitad y él aún vestía el obsoleto blusón negro con pantalón de algodón del mismo color y esparteñas o alpargatas también oscuras, complementaba el atuendo un sombrero de fieltro de su color favorito. Sabía que la moda había cambiado pero a él no le gustaban las nuevas tendencias, con los ropajes que llevaba se sentía identificado y cómodo, no le importaba las habladurías de su mujer y de su hija que continuamente lo instigaban para que se pusiera esto o aquello, para que se peinará de esta forma o de otra, para que se callara o hablara, ese era el precio que estaba pagando por ser como era; sumiso, callado, prudente, paciente, tolerante, resignado, humilde y discreto.
Su vida cambió el día en que aceptó el matrimonio amañado con la solterona del barrio, pero era eso o la soledad más absoluta en la cercana senectud. Un hombre solitario en esos tiempos estaba igual de mal visto que una mujer, sobre todo si no contaba con el apoyo de algún pariente cercano que pudiera cuidarlo en su ancianidad, cuando ya no se valiese por si mismo, y eso era precisamente lo que le ocurría; su única hermano, mucho mayor que él, vivía muy lejos de allí. Hacía años que se había casado y prácticamente la relación entre ambos era inexistente, no tenía sentido buscarlo para ir a vivir con el matrimonio, además seguramente tendría él que cuidar a la pareja dada la diferencia de edad existente entre los dos hermanos, pues Bernardo era diez años mayor.
Ángeles, la futura esposa, se opuso en un primer momento a casarse con tal esperpento, tan menino, encorvado, desdentado y anticuado, antes prefería encerrarse en un convento, pero los padres la convencieron, al igual que ya hicieron con las hijas mayores, prometiéndole una sustanciosa herencia si hacía lo que ellos decían.
Desde el primer día de convivencia la displicencia mostrada por la esposa hacia su marido se puso de manifiesto tanto en privado como en público, ni siquiera en los momentos de intimidad surgieron palabras cálidas de cariño o respeto, ya no de amor porque eso nunca lo hubo. La vida para ella se resumía en insultar, lamentarse, abroncar y no transigir ninguna acción hecha por su insoportable esposo y la vida para él era sufrir, aguantar, callar y disfrutar de sus ratos de esparcimiento en la huerta donde cosechaba frutas y verduras que luego a escondidas de su mujer repartía entre amigos y vecinos.
A pesar de la edad de los esposos, estos no encontraron impedimentos en concebir descendencia y a los pocos meses de la boda Ángeles quedó embarazada de su primer hijo que resultó ser una niña llamada como la madre y a los dos años de esta vino el barón, José junior.
La crianza de los hijos fueron años de duro trabajo para la pareja, el empleo de barrendero y la cosecha del huerto no eran suficiente para mantener dos bocas, de tal forma que la mujer tuvo que buscar un salario extra trabajando en fábricas de conservas, en las cuales se sabía a que hora había que entrar, pero no se sabía la hora de salida, por lo que la casa quedaba muchos días desatendida. La estampa de familia unida brillaba por su ausencia, más bien era un sálvese quien pueda y así fue como los hijos crecieron en un entorno hostil sin un atisbo de afecto entre los padres y de estos hacia ellos. Este panorama, con el tiempo, traería nefastas consecuencias en la personalidad y el carácter de ambos descendientes.
La situación aún se complicó más cuando Ángeles se alió con su hermana menor y su sobrina para apoderarse de los bienes que injustamente había recibido su hermana Beatriz al casarse con un mezquino, borracho y mujeriego. No podían soportar que estos infelices vivieran en una gran ciudad rodeados de todo tipo de lujos mientras que ellas y su respectiva prole estaban pasando penurias y luchando con mucho afán para salir adelante. De esta manera fue como planearon enviar a la hija de Ángeles que acababa de cumplir los catorce años a vivir a casa de los tíos, lógicamente como estos no tenían descendencia la acogerían como una verdadera hija y como el roce hace el cariño todas las propiedades del matrimonio pasarían a su querida ahijada. Ángeles, una vez más, no se molestó en consultar la opinión del insulso marido y mucho menos de su afligida hija, al fin y al cabo cuando ella tuvo que casarse tampoco le preguntaron si quería hacerlo, simplemente lo tuvo que hacer y punto. - La vida muchas veces es despiadada -, esa era la filosofía con la que había madurado, ahora no podía andar con contemplaciones y sentimentalismos, lo primero era asegurarse su sustento y vivir cómodamente sin las apreturas por las que estaba pasando.
Una fría mañana de noviembre se presentó en la escuela para recoger a la chiquilla, cuando la profesora supo el motivo de tal visita aconsejó a la madre que no hiciera eso con su hija, era una chica muy lista con posibilidades de llegar lejos, pues le gustaba estudiar, pero la contestación de Ángeles fue clara y escueta, -ella no va a mantener gandules -  y sin demora madre e hija abandonaron la clase.
Lo que la joven vivió en esa etapa tan decisiva de su vida se perderá para siempre el día que abandone este mundo, de lo que aconteció entonces en esa casa es un tema tabú del que nunca ha querido hablar, aún cuando algún familiar cercano que conocía la historia le ha preguntado, tampoco ha permitido la ayuda de profesionales que en alguna ocasión se ofrecieron a hacerlo. Lo que le sucediera lo lleva aferrado a su ser y no permite soltar lastre, no quiere desprenderse de la suciedad que invade su mente. Con la madurez parece que su secreto se ha incrustado aún más y los episodios de pesadillas, depresión y ansiedad son un cuadro constante en sus tristes días, es un caso totalmente perdido y después de todo la asquerosa herencia pasó a los sobrinos carnales del tío y todos los bienes que Ángeles y su hermana habían pretendido acaparar se perdieron en los confines del tiempo y del espacio, al igual que su hija.

domingo, 9 de noviembre de 2014

LÍOS COTIDIANOS EN OTROS TIEMPOS


   José Mª y Dolores se encontraban abochornados debido a la situación por la que estaban atravesando en ese momento de sus vidas. Ellos que habían trabajado duro y logrado esquivar las penurias de la hambruna, ellos que vivían dignamente en unos tiempos en los que la mayoría de la gente no tenían donde caerse muertos, ahora se sentían observados, eran la habladuría de todo el pueblo por culpa de sus insensatas hijas, ellas eran la causa de sus continuos quebraderos de cabeza y disputas, solo su único hijo varón había conseguido emanciparse del núcleo familiar y vivir con su mujer y sus hijos como mandaba la Santa Madre Iglesia.
   Beatríz, la mayor y bien entrada en la madurez, había sucumbido a los placeres de la carne, su carácter lascivo era conocido por todos los vecinos que la señalaban sin reparo con el dedo, ningún mozo respetable se atrevería a acercarse a semejante fémina y para colmo de todos los males, el médico de la familia le había diagnosticado sífilis, lo que la sentenciaba a quedarse en la casa paterna de por vida.
   Justa, la segunda, llevaba quince años casada y en ese tiempo había dado a luz diez hijos, pero solo le habían sobrevivido cuatro, y de estos, los dos menores tenían una delicada salud debido a las pésimas condiciones en las que se estaban criando, pero aún así luchaban por sobrevivir. El marido rara vez se encontraba sobrio para hacerse cargo de la situación de las criaturas, era la mujer la que acarreaba de acá para allá con la prole, procurándole comida donde podía; unas veces era acogida en casa de sus padres, otras por la beneficencia, pero en varias ocasiones los habían amenazado con quitarle a los pequeños si no conseguía un sitio digno para vivir y otras pedía limosna superando la vergüenza y saltándose el mandato de sus progenitores sobre esta práctica que no aprobaban bajo ningún concepto.
   Ángeles, era la menor y más recatada, sin embargo su vida personal también era motivo de comadreo entre el vecindario, ya había superado la treintena y no se le conocía varón que la hubiera rondado, ni la rondase, la esperanza de encontrar un buen partido había pasado, tenía claro que se quedaba para vestir santos.
   Dolores, muy devota ella, no perdía la esperanza de que Dios hiciese un milagro para que la vida de sus hijas se enderezase. Finalmente parece que sus plegarias fueron escuchadas y de esta forma surgieron una serie de acontecimientos que permitieron al matrimonio volver a caminar con la cabeza bien alta.
   Una de las familias del pueblo que conocía la desdicha de esta buena gente, pero que también estaba al tanto de la generosa dote que la pareja podía ofrecer a cambio de solucionar el problema de la hija mayor, no dudaron en convencer a su joven y ávaro sobrino para que a cambio de una cuantiosa herencia cargara con la desvirtuada heredera. La tentación para el futuro marido era grande, pues ante la imposibilidad de tener descendencia, el patrimonio adquirido tras la unión pasaría íntegro a él y a su familia más cercana. Un buen día, tíos y sobrino se presentaron en la casa de la novia a negociar la cuantía por el desposorio, en realidad fue más bien un descarado chantaje que fue aceptado sin reparos por parte de José Mª y Dolores a cambio de quitarse tal apuro de encima. Tras el casamiento los novios establecieron su hogar en otra ciudad donde no eran conocidos, de esta manera el asunto de la voluptuosa mujer quedó zanjado y olvidado en el municipio.
  Al poco tiempo de este ansiado acontecimiento, surgió la posibilidad de casar también a la hija menor con un buen hombre del pueblo que permanecía soltero tras cumplir los cuarenta y ocho años, de todos era sabido que dado su carácter introvertido no había mantenido relación alguna con mujeres. Los padres de Ángeles no consideraron inconvenientes ni la edad ni la personalidad del individuo y sin dudarlo concertaron una cita para los futuros pretendientes. Desde el primer momento no hubo afinidad ninguna entre la pareja; ella era alta, esbelta, delgada, impetuosa, habladora, inquieta y orgullosa, él era veinte centímetros más bajo, encorvado, decrépito, tímido, discreto, sereno y muy modesto. Estas discrepancias no detuvieron la decisión que ya habían tomado los progenitores de la novia y la ceremonia se celebró al cabo de otros tres meses de obligado noviazgo.
  Acomodadas las dos hijas solteras solo les quedaba por resolver el asunto de su hija Justa y los desafortunados nietos que andaban como indigentes por las calles del municipio, eso lo pudieron solventar vendiendo las pocas propiedades que habían escapado a la extorsión del acuerdo nupcial de Beatríz y comprando una casa para el depravado yerno y la infeliz heredera.



 

domingo, 2 de noviembre de 2014

SECUELAS DE UNA VIDA

Es la enésima vez en los últimos ocho años que tiene que ingresar en el hospital a causa de los numerosos achaques que le produce la enfermedad que deambula silenciosa por sus órganos internos, otra vez se encuentra sola en la fría habitación de ese centro que ya conoce de memoria, pero en esta ocasión tampoco ha permitido que su hermano llame al 112 para ser atendida debidamente, porque a Ella, el hecho de que los vecinos vean una ambulancia en la puerta de su casa le provoca una sensación de bochorno que no puede soportar. A pesar de que apenas se puede mantener en pie para llegar hasta el coche no va a consentir bajo ningún concepto ser la comidilla del vecindario.
La primera vez que ingresó, toda la familia se movilizó para ir con Ella, apoyarla, darle ánimos, cuidarla, estar a su disposición en todo momento. Afortunadamente los médicos hicieron un trabajo excelente dentro de las posibilidades que tenían y consiguieron que saliera adelante, pero lamentablemente nunca lo ha visto así, desde su punto de vista considera que recibió un trato vejatorio por parte de los facultativos, les culpa de su larga e inhumana dolencia y no ha tenido en cuenta que durante muchos meses tuvo un malestar en la base del estómago al que no quiso dar importancia, hasta que una tarde de un mes de mayo ya no pudo aguantar más y decidió ir al hospital, las pruebas que le hicieron durante varios días no revelaban ninguna patología de gravedad pero el dolor era cada vez más insoportable, por ello el equipo médico que la atendía decidió intervenirla y saber de una vez por todas de dónde procedía la infección, la sorpresa fue que un tumor cancerígeno de grado tres se había reventado en el intestino grueso y las células dañinas habían salido disparadas en todas direcciones, la ardua tarea de los profesionales que la atendieron consistió en limpiar con detenimiento toda la zona afectada para evitar la proliferación de nuevos tumores, sin embargo, no lo consiguieron y desde entonces cada pocos meses debe ser intervenida por el afloramiento de alguna neoplasia en zonas muy localizadas de los órganos vitales. 
Su fuerza interior le permite esquivar la garras de la muerte que incansablemente la acechan, pero su forma de ver la vida es muy peculiar y difiere de muchas otras personas que se encuentran en una situación similar. A lo largo de todo este tiempo se ha revelado en grado superlativo una actitud egocéntrica que se había mantenido encubierta para sus seres más queridos por los sentimientos de amor hacia Ella, pero una evidente falta de empatía hacia los que la rodean, notables síntomas de rabia acumulada, envidias, intentos de controlar a todos y todo, insistentes pensamientos pesimistas siempre bajo la constante excusa de la enfermedad, han conseguido que amigos y familiares se aparten de esta persona. La soledad, esa palabra que desde su más tierna infancia siempre había temido es la que ahora escolta su triste vida.

domingo, 12 de octubre de 2014

METAMORFOSIS

Bajaba por la calle risueña y feliz
Apenas hablaba pero ya sabía pedir
Un abrazo o un beso, ¡solo quería eso!
Distancia y frialdad era lo único que advertía.

Pocos años contaba pero la timidez ya asomaba.
Tenía sus manías de las muchas oídas.
Desafortunada en el físico pero muy avispada
Así la aleccionaban todas las mañanas.

Tienes que hacer esto, tienes que hacer aquello
Eternamente manipulada, siempre dispuesta.
Conocimiento y saber, ahora sí llega el poder.
Rebeldía y sueños se ponen de manifiesto.

Respetada, querida y arropada por un cariño real
Se siente importante, segura, decidida y madura.
Un proyecto ha surgido para dedicarle todo el tiempo
Y muy lejos quedaron todos aquellos complejos.










domingo, 31 de agosto de 2014

CORTIJOS ABANDONADOS

Campos sin labor
casas con Historias
temed al silencio
porque produce pavor

Hombres de sudor
triunfadores de Victorias
no paguéis el precio
de morir en el progreso

Sombras de frescor
invitad a los parias
a desechad el desprecio
si contemplan todo eso

jueves, 31 de julio de 2014

TURISMO POR TENERIFE

La idea de ir de vacaciones a Tenerife surgió de repente, tal y como surgen las buenas ideas. A veces creo que tenemos que dejarnos llevar por nuestras corazonadas, no ser tan previsibles ni metódicos, esto nos saca de la rutina y al mismo tiempo nos da confianza en nosotros mismos.

Una vez confirmado el viaje, me dispuse a preparar las rutas para conocer la isla, tenía claro que había que hacer una visita obligada a las Cañadas del Teide, si bien no tenía previsto subir a la cumbre por la época del año y la falta de tiempo, y los demás días dedicarlos a hacer senderismo, una de mis mayores aficiones. Descarté de antemano las típicas visitas turísticas que nos recomendaron en la agencia y busqué información por mi cuenta; primero sobre bonitas poblaciones para visitar y después los mejores paisajes naturales para recorrer. De esta manera en la planificación incluí; un día para hacer el barranco de Masca, con regreso en barco hasta la localidad más cercana, otra jornada para recorrer la región de Anaga, el tercer día quería adentrarme en los bosques del valle de la Orotova y dos días libres para improvisar. 

Tras cumplir con los planes previstos el viaje ha resultado ser inolvidable. En primer lugar ver el majestuoso Teide impresiona, erguido cual titan vigilante sobre los insignificantes mortales. Recorrer sus Cañadas nos adentra en un terreno espectacular y curioso, los contrastes de los diferentes tonos marrones que proporcionan la presencia de las piedras, de la lava y de las rocas, se mezclan con los delicados colores de la escasa vegetación, transmitiendo una sensación de serenidad pero al mismo tiempo de rigidez y sobriedad.
Dejando a nuestra izquierda el Teide, nos dirigimos a Masca, para hacer esta ruta hay que preparar antes la logística de la excursión, pues sabemos de antemano por lo que hemos leído en internet que la carretera para llegar hasta allí es una de las más impresionantes que se conocen en España en cuanto al ancho se refiere y al número de curvas, por ello, planeamos dejar el coche en Santiago del Teide, llegar a Masca en la línea de autobús que recorre la isla, hacer el descenso del barranco hasta la playa donde el barco nos recoge para llevarnos a Los Gigantes y una vez allí, volver a coger el autobús para Santiago del Teide donde tenemos el coche. A pesar de la complejidad del plan, mereció la pena ver un pueblo tan peculiar como Masca, primero por su ubicación, da vértigo descender por la sinuosa carretera por la que se accede y segundo por el entorno que lo rodea; pequeñas terrazas de cultivo se escurren por las laderas hasta las profundidades del barranco, palmeras, piteras, paleras y otro tipo de vegetación de porte bajo aportan un colorido singular y junto a la orografía tenemos una postal digna de fotografiar. El descenso por el barranco es una prueba de resistencia para los que no practicamos deporte con regularidad, pero el premio para el que llega hasta el final merece la pena, una playa virgen con aguas cristalinas y un pequeño muelle que nos permite acceder al barco que nos recoge y nos lleva a Los Gigantes en un precioso paseo donde la brisa marina nos refresca la piel calentada por el abrasador sol que nos ha acompañado en todo el recorrido. 
Buscando otros paisajes diferentes y característicos nos adentramos en el parque rural de Anaga, nuestras caras reflejaban el estupor que nos ocasionó encontrar tal cantidad de vegetación y con un verdor tan intenso en un lugar como este. Inundado por la niebla, la carretera parece un camino fantasmagórico que conduce hacia algún país dentro un cuento de terror, pero en realidad nos dirige hacia pequeños núcleos de población esparcidos en el paisaje y vigilados por el mar que se coloca a ambos lados.
Elegimos parar en Benijo, el último pueblo al que llega la carretera asfaltada, simplemente queríamos deleitar todos nuestros sentidos; la vista, contemplando con detenimiento toda la grandiosidad del océano y las verdes montañas que vertiginosamente se acercan a tocarlo, el olfato, por el que se adentra el olor a mar y a tierra humilde, el oído, cuando el viento sopla y el oleaje rompe con fuerza en la playa, el tacto, en la caricia de las olas y de la suave arena que mulle bajo nuestros pies, por último, el gusto, recompensando el cansancio con una comida que nos sirvieron en un pequeño restaurante donde las mesas se sitúan en una terraza desde la que se divisa una de las playas más bonitas que he visto en mi vida, todo ello unido a la amabilidad de las personas que nos atendieron nos dejó muy buen sabor de boca.
Desde el hotel se divisaba el valle de la Orotova, una preciosa postal donde la arquitectura convive en armonía con la vegetación y el infinito mar al otro lado culmina la estampa, pero desde el primer momento sentí la necesidad de acercarme y adentrarme por esos bosques, no me conformaba con contemplarlo de lejos. Si no me sumerjo en el paisaje siento que me falta algo, que el viaje se ha quedado incompleto, por ello, dediqué una mañana a hacer una preciosa ruta por donde transcurre una fosilizada canalización ya perdida que los guanches habían construido para recoger el agua de la montaña, pero otra vez la niebla hace acto de presencia dando el aspecto sobrecogedor que ya habíamos visto antes, ¡me encanta!.
En el recorrido a otros puntos de la isla pude hacerme una idea general de como es el día a día de los lugareños, pero lo mejor de todo fue charlar con ellos, he conocido sus inquietudes, sus preferencias, sus limitaciones y sobretodo su humildad. 




domingo, 1 de junio de 2014

LA LLUVIA

Hoy es domingo, uno de junio de 2014, pero no es un día cualquiera, el cielo ha amanecido cubierto, amenazante de lluvia, ¡bendita lluvia, bendito día!. A las diez de la mañana por fin las nubes se han dignado a dejar caer el agua sobre la tierra sedienta.

Querida lluvia;
Desde hace muchos meses te esperábamos, pero te resistías a visitarnos. El sol se ha adueñado de nuestras vidas cotidianas, nos da mucha luz pero nos priva del agua, el otro elemento fundamental de la vida, el que nos quita la sed y nos purifica. Habíamos olvidado el olor de la tierra mojada, de la vegetación húmeda, la música de las gotas al caer sobre los tejados, la neblina en lontananza, el paisaje de color gris...
Pero por fin estás aquí, cayendo con generosidad, regalándonos un día distinto; de recogimiento para unos y de esparcimiento para otros.
Gracias por acordarte de nosotros, gracias por el deleite que das a nuestros sentidos,  gracias por tu presencia.

domingo, 4 de mayo de 2014

HOMENAJE A LOS PUEBLOS DE PASO

Un cartel en la autovía indica el nombre del pueblo y la proximidad de su salida para acceder a él. No es diferente al resto de carteles de pueblos y ciudades que se exhiben en las autovías o autopistas, no es ni más grande, ni más pequeño, es una señal estándar, característica de este tipo de vías.  
Una vez tomada la salida, apenas recorres quinientos metros llegas a la primera casa; un edificio de porte solariego, sobrio y notablemente rústico, delante de la fachada principal hay una valla, entre esta y la casa hay un jardín bien cuidado aunque no se ven indicios de actividad en el interior de la misma. Al pasar esta casona llegamos a un cruce en el que hay un stop, al mirar hacia los dos lados se divisa una recta que se prolonga en ambos sentidos hasta el infinito, son grandes llanuras, no se ve el final. Por la carretera principal no viene nadie, resulta curioso pensar que años atrás este punto debió de ser un lugar atestado de tráfico y considerable ajetreo de viajeros que paraban a descansar a mitad de su viaje, pues se trata de una carretera nacional; una importante vía de conexión entre el sureste peninsular y la capital del país, sin embargo ahora está vacía de vehículos y de vida.  
Al adentrarse en el pueblo, o mejor dicho aldea dado que el número de habitantes supera ligeramente la centena, llegas a una pequeña plaza donde tres ancianos charlan y toman el sol tranquilamente sentados en un banco, no hay nadie más en la calle, solo ellos y nosotros que vamos en nuestro coche, parece sorprenderles la visita de extraños y los tres dirigen descaradas miradas hacia el vehículo y sus ocupantes. Aparcamos porque queremos dar un paseo por las calles, hasta el momento los abuelos no han dejado de observarnos, debe resultar extraño ver forasteros por el lugar, allí no hay nada que pueda resultar atractivo, es lo que deben de pensar; casas que van desmoronándose irremediablemente sin que nadie haga algo por evitarlo, grandes extensiones de cereal, cultivos de frutales y siempre el lejano horizonte, todo ello bañado por un sol candente.

El año ha sido seco, esto se puede apreciar en el color del cereal, es de un verde pálido. En años lluviosos, este mismo cultivo ha presentado un color verde tan intenso que se ha podido comparar con las extensas praderas de las tierras altas.
Recorremos el poblado y podemos comprobar con nuestros ojos como avanza el deterioro de lo que en el pasado fueron acogedores hogares ahora derruidos, construcciones sencillas de gente humilde. También hay casas que mantienen su encanto a pesar del estado en el que se encuentran y otras que por supuesto han sido reformadas y son las que dan un soplo de aliento al lugar.
El paseo es corto; subimos por una calle donde todas las viviendas han sido abandonadas, no hay asfalto porque el proyecto urbanístico no ha llegado hasta aquí.  El aspecto es auténtico, tal y como debió de ser el lugar cuando la actividad bullía por todos los rincones y los vecinos llenaban las calles camino del trabajo. A mitad de recorrido encontramos una frondosa higuera que caprichosa surge de las profundidades de la tierra y nos interrumpe el paso obligándonos a desviarnos de nuestra trayectoria para pasar por su lado izquierdo, desde luego es uno de los pocos rincones frescos que hay en la zona. Continuamos hacia una amplia explanada donde alterna lo nuevo con lo antiguo, es una imagen curiosa, agradable para los sentidos. Observamos una puerta abierta donde un anciano está sentado, disfruta del merecido descanso tras su jubilación, su mirada está perdida en el paisaje que tantas veces debe haber visto y recorrido.
Bajamos de nuevo hacia la plaza donde tenemos aparcado el coche y uno de los ancianos que todavía sigue allí, comenta a sus paisanos que quizá estemos ahí porque queremos comprar alguno de los edificios en venta. Desconocen que somos simples exploradores de pueblos con encanto, con historia, con misterio. El simple comentario nos hace reír y al pasar por su lado les saludamos con el mismo descaro con el que ellos nos han mirado desde que llegamos.
Salimos de nuevo a la carretera y observamos que como todo pueblo que se precie dispone de bar/restaurante, punto de encuentro de lugareños y visitantes, tiene aspecto de dar buena comida, de la casera y tradicional. Lo mejor de todo es que hay unas cuantas mesas en la calle cubiertas por la sombra de esbeltos árboles, a esta hora hay varias ocupadas por grupos de colegas que charlan mientras toman el aperitivo.
El lugar nos ha causado buena impresión, seguramente algún día volveremos por aquí y nos sentaremos en esa terraza aprovechando una parada para descansar cuando vayamos camino de algún viaje hacia el interior, entonces volveremos a rememorar tiempos no tan lejanos pero si olvidados desde la puesta en marcha de las modernas autovías y autopistas.