miércoles, 22 de agosto de 2018

20 AÑOS DE MI VIDA

Un domingo, 1 de junio de 1998, entré a trabajar en la empresa que ahora dejo. Todavía recuerdo mi actitud tímida y retraída al encontrarme con mis futuros compañeros, la primera impresión que tuve del trabajo el primer día fue buena en general, pero esa idea se desmoronó en la siguiente jornada, cuando mi horario laboral se amplió a 15 horas. En casa me esperaban Juan y mi pequeña de 2 meses, que padecía un agudo cólico de lactante. Las primeras semanas fueron durísimas; nervios, llantos, lamentos, quejas, gritos, esa era la tónica general de mi estado anímico las pocas horas que pasaba en casa, pero al cabo de un mes, la actividad laboral se redujo y mi horario se acortó,  así fue hasta que el 31 de julio me despidieron y volví a retomar el cuidado de mi niña durante 2 meses más. El 1 de octubre de ese mismo año regresé de nuevo a la empresa pero a un puesto diferente y con un horario que consideré compatible con la vida familiar, y desde ese día hasta el 14 de agosto de este año mi vida ha transcurrido entre las paredes de esa nave y mi casa.
A lo largo de los 20 años he ido creciendo personal y profesionalmente, me ha ayudado muchísima gente, principalmente mi marido, que desde el primer momento estuvo ahí para alentarme y que no desfalleciera al primer obstáculo, también compañeros con los que congenié enseguida y, como no, otras personas con las que no me llevaba tan bien, con estas también he aprendido a ser mucho más fuerte.
Este trabajo me ha aportado especialización en seguridad alimentaria, conocimientos en prevención de riesgos laborales, en medio ambiente, en buenas prácticas sociales, en definitiva un amplio espectro de temas relacionados y no tan relacionados con la carrera que estudié.
Hace 20 años, mi estreno en maternidad coincidió con mi estreno profesional, ahora que ha pasado todo este tiempo me he dado cuenta de ello, la Vida me puso un reto complicado para salir adelante y creo que he demostrado mi valía para luchar contra la adversidad, aunque hayan quedado secuelas que ahora me propongo corregir. Después vinieron otros sucesos alegres, como el nacimiento de mi segunda hija, pero también tristes, como dos abortos o la enfermedad y el fallecimiento de mi padre. Sin embargo, doy las gracias porque el hecho de haber estado trabajando me ha permitido sobrellevar las desdichas y me ha proporcionado un nivel económico adecuado para llevar una vida familiar digna.
Mi despedida de esta empresa y la entrada en una nueva vuelve a coincidir en el tiempo con la despedida de mi madre tras su larga enfermedad, espero entender el mensaje que esta vez me está dando la Vida para rectificar las cosas que en su momento pude hacer mal y que ahora, con la experiencia y la ayuda externa que estoy recibiendo, pueda hacerlas bien.

jueves, 16 de agosto de 2018

Resurgir de las cenizas

Aparcamos el coche en La Parrilla, vamos en busca de Arroyo Bravo, es verano, por lo que ya sabemos de antemano que no veremos el agua precipitarse por las piedras, pero aún así es una de las rutas que tenemos pendiente y nos apetece hacerla. 
A medida que avanzamos por la pista, el verde de la vegetación nos delata que la zona es húmeda, el ambiente es fresco y los árboles nos hacen sombra, por lo que nos encontramos cómodos en nuestro avance, pero de repente y sin zona de transición, el color verde intenso se transforma en gris y negro. Es una zona totalmente arrasada por el fuego; el suelo desnudo solo se cubre de piedras tiznadas y los pinos, aún sin cortar, son simples palos carbonizados sin resto de vida alguna. El corazón se sobrecoge al apreciar este paisaje, se siente impotencia, tristeza, culpabilidad de pertenecer a la especie humana, pero aún así se nota como la Naturaleza nos sigue ofreciendo toda su energía; el sonido del viento pasa entre los troncos carbonizados transportando semillas invisibles, las zarzas empiezan a tapizar los ribazos del camino, pequeñas colonias de helechos aparecen en la zona de umbría intentando matizar el gris intenso de la piedra caliza, ya resurgen tímidamente pequeños pinos en la ladera arrasada, apenas se ven pero si nos acercamos ahí están, luchando por salir adelante, intentando arraigarse para no ser arrastrados por los torrentes de agua que se precipitan sin obstáculo alguno tras las lluvias. Es triste pero también alentador observar como la vida emerge de entre las cenizas y a nosotros solo nos queda pedir perdón por tanto daño que estamos haciendo a nuestra Madre Tierra.