Consciente del aquí y del ahora en el que me encuentro, recostada en el sofá del salón de mi casa mientras escribo estas líneas, es sábado, 28 de diciembre, y tengo todo el tiempo por delante. Hago planes para el domingo; una excursión a la Sierra del Segura, una más de tantas. Me ilusiono solo con pensarlo, para mí estas salidas son las que me proporcionan la energía para seguir adelante en el día a día. Cada jornada laboral es un reto a superar, la aniquilación de los miedos que siempre me han rondado. Miedo a perder el tiempo que por derecho me pertenece, a manifestar mi razón, a lo desconocido, a la falta de ideas...Los síntomas son nervios a flor de piel, reproches hacia mi persona y los que me rodean, faltas mundanas, es un camino lleno de obstáculos constantes que se presentan en todos los ámbitos en los que me desenvuelvo, por ello lo que pido para el Nuevo Año y el resto de mi vida es; SABIDURÍA, tener la capacidad de entender lo que me pasa, para qué me pasa y aprender de cada experiencia. CALMA, aún estando rodeada de ruidos, estruendos y dificultades mantener un estado de consciencia pleno. CONFIANZA, saber que todo lo que me pasa tiene un mensaje de esperanza y el Poder Superior me cuida. AMOR, ablandar mi corazón, conseguir que se funda con el Todo y por supuesto, SALUD para seguir caminando y disfrutando de la Vida.
sábado, 28 de diciembre de 2019
sábado, 9 de noviembre de 2019
Un escritor?...Benito Pérez Galdós
Cada libro de Benito Pérez Galdós es para mi una lección de vida, detrás de sus historias encuentro un aprendizaje psicológico y espiritual que va más allá del simple entretenimiento del argumento. Percibo un trasfondo de plena consciencia y una gran dosis de intuición. Es la Sabiduría e Inspiración de los grandes Maestros espirituales expresada a través de la novela. Una forma sencilla de comunicarse humildemente con la Humanidad y de dejar huella sin alardes de protagonismo.
Me hubiera gustado conocerlo, haber podido asistir a alguna de sus ponencias, me habría conformado con escucharle, con admirar su forma de desenvolverse en la compleja sociedad que le tocó vivir. En este momento lo visualizo y lo percibo como un hombre alto, ni delgado, ni con sobrepeso, elegante sin sobriedad, serio, atento, callado.
Me imagino que estoy en un evento en el que él es un ponente y al finalizar su intervención me dirijo en su busca para conocerlo, lo encuentro rodeado de personajes de conducta y vestimenta intachable, pero él en su discreción destaca por encima de todos y me mira y me sonríe tímidamente, después sin prisa, se marcha solo. Hasta ahí llega mi sueño, lamentablemente no me veo entablando una conversación con un personaje tan grande, aunque me encantaría poder hacerlo, pero por lo poco que he leído de su biografía sé que era una persona muy reservada, no era amigo de los eventos sociales, ni de adulaciones y prefería pasar desapercibido entre la gente.
A modo de pequeño homenaje quiero dejar constancia de una descripción que aparece en el capítulo X de Trafalgar sobre la nacionalidad y que cambió totalmente mi percepción sobre este concepto, el cual, antes de leer estas líneas para mí era simple vaguedad.
A modo de pequeño homenaje quiero dejar constancia de una descripción que aparece en el capítulo X de Trafalgar sobre la nacionalidad y que cambió totalmente mi percepción sobre este concepto, el cual, antes de leer estas líneas para mí era simple vaguedad.
....la idea de nacionalidad se abrió paso en mi espíritu, iluminándolo y descubriendo infinitas maravillas, como el sol que disipa la noche, y saca de la obscuridad un hermoso paisaje. Me representé a mi país como una inmensa tierra poblada de gentes, todos fraternalmente unidos; me representé la sociedad dividida en familias, en las cuales había esposas que mantener, hijos que educar, hacienda que conservar, honra que defender; me hice cargo de un pacto establecido entre tantos seres para ayudarse y sostenerse contra un ataque de fuera, y comprendí que por todos habían sido hechos aquellos barcos para defender la patria, es decir, el terreno en que ponían sus plantas, el surco regado con su sudor, la casa donde vivían sus ancianos padres, el huerto donde jugaban sus hijos, la colonia descubierta y conquistada por sus ascendientes, el puerto donde amarraban su embarcación fatigada del largo viaje; el almacén donde depositaban sus riquezas; la iglesia, sarcófago de sus mayores, habitáculo de sus santos y arca de sus creencias; la plaza, recinto de sus alegres pasatiempos; el hogar doméstico, cuyos antiguos muebles, transmitidos de generación en generación, parecen el símbolo de la perpetuidad de las naciones; la cocina, en cuyas paredes ahumadas parece que no se extingue nunca el eco de los cuentos con que las abuelas amansan la travesura e inquietud de los nietos; la calle, donde se ven desfilar caras amigas; el campo, el mar, el cielo; todo cuanto desde el nacer se asocia a nuestra existencia, desde el pesebre de un animal querido hasta el trono de reyes patriarcales; todos los objetos en que vive prolongándose nuestra alma, como si el propio cuerpo no le bastara.

domingo, 29 de septiembre de 2019
MOLINA; pueblo desencantado
Cuando entro a Molina desde Murcia, contemplo la aglomeración de edificios, tejados, azoteas, antenas y chimeneas que forman el contorno de mi pueblo, todo ello distribuido de forma enmarañada entre varias colinas, como se encuentran Jerusalem o Roma, pero es evidente que el aspecto de este dista mucho de parecerse a estas majestuosas ciudades de la antigüedad, aunque a ciencia cierta sabemos que Molina también tiene sus años de historia, sin embargo, por su porte desvencijado se nos da a entender que no se cuidó la apariencia de sencillez, de tradición, de autenticidad a medida que fue creciendo.
La imagen que percibo al mirar en la distancia, son viviendas altas y bajas, sin contraste en los materiales, ni en los colores, ni en la forma, ni en el tiempo, ni siquiera en el espacio. No veo armonía en el paisaje diurno, ni tampoco en la estampa nocturna. Es un pueblo que optó por apartarse del duro e ingrato trabajo de la huerta para acoplarse al próspero negocio industrial, esta alternativa requirió más mano de obra de la que la población autóctona proporcionaba, y los empresarios, para abastecerse de los recursos humanos necesarios, hicieron un llamamiento a las poblaciones y aldeas de la región y provincias colindantes, y como en el cuento del flautista de Hamelin, la gente acudió al dulce son de un trabajo seguro y remunerado.
Para alojar a esta masa de obreros que en pocos meses se desplazaron desde sus comarcas a Molina, se hizo necesario dotar a la población de viviendas; "casas baratas", como después vulgarmente se llamaron, y aún a día de hoy se conocen. Casas que pudieran ser compradas por esta pobre gente que venían con lo puesto, pero que con constancia y esfuerzo podrían finalmente ser los propietarios.
En su construcción se emplearon materiales de bajo coste y sobre básicas estructuras se levantaron en pocos años varios barrios de viviendas unifamiliares sencillas para albergar a esta masa de gente que no paraba de crecer. Las casas de planta baja alternaban con edificios de 4 o mas pisos. Desde el barrio original; El Castillo, se fueron creando nuevas calles, que sin orden ni concierto, ocuparon cerros, cañadas, zonas huerta y por supuesto terrenos de secano. Las construcciones antiguas que estorbaban para la urbanización de la nueva ciudad se demolieron y se colocaron en su puesto otras más acordes con "la modernidad", de esta manera se derribó el Teatro Vicente, la Ermita de la Consolación, el mercado de abastos,... y así hasta el día de hoy.
Este paisaje deslucido es el que observo en la distancia y en la cercanía. Muchos de estos edificios que en su día fueron nuevos y dignos, hoy se encuentran descoloridos, descuidados, sucios, adornados con ropa multicolor tendida en los balcones, persianas rotas y ennegrecidas, toldos desgarrados..., toda esta mole urbanística alterna con las torres de las iglesias dispersas entre la población. El campanario de la iglesia de La Asunción asoma solemne entre este mar de terrazas y cubiertas descoloridas, el de la iglesia del Sagrado Corazón es una desgarbada columna que se levanta como una chimenea más incrustada en la masa de tejas de los barrios altos.
En los últimos años han surgido con auge y se han promocionado aún más las construcciones vanguardistas realizadas con pesadas estructuras de hierro oxidado que se exponen como obras de arte entre las edificaciones de la zona vieja del pueblo, y aquellas "casas baratas" de antaño, ya son casi restos arqueológicos de la época de esplendor, algunas han sido abandonadas, otras, en cambio, se han reformado y adornado con materiales más nobles, lavando su aspecto.
Todo el conjunto forma una estampa desencantada, fea, desarraigada de los orígenes que tuvo esta bonita población en tiempos de antaño y lamentablemente creo que ya no va a ser posible recuperar, a pesar de que ahora se valora mucho más la historia original.
En los últimos años han surgido con auge y se han promocionado aún más las construcciones vanguardistas realizadas con pesadas estructuras de hierro oxidado que se exponen como obras de arte entre las edificaciones de la zona vieja del pueblo, y aquellas "casas baratas" de antaño, ya son casi restos arqueológicos de la época de esplendor, algunas han sido abandonadas, otras, en cambio, se han reformado y adornado con materiales más nobles, lavando su aspecto.
Todo el conjunto forma una estampa desencantada, fea, desarraigada de los orígenes que tuvo esta bonita población en tiempos de antaño y lamentablemente creo que ya no va a ser posible recuperar, a pesar de que ahora se valora mucho más la historia original.
miércoles, 28 de agosto de 2019
Relaciones vacacionales
- Observo las fotos tomadas en el último viaje familiar y me regocijo viendo las caras de felicidad que mostramos todos y los lugares tan bonitos que aparecen, me siento dichosa por haber estado ahí, haberlo visto con mis propios ojos y, por supuesto, haber compartido esos momentos, sin embargo, detrás de esos gestos y esas poses hay otras circunstancias que también nos han acompañado en esa semana de vacaciones, pero no se muestran en las imágenes. Se trata de ratos de tensión puntuales que emergen todos los días en varias ocasiones por diferentes motivos y que generan una atmósfera espesa de convivencia que hace desear no estar ahí. En esos instantes pasajeros te arrepientes del tiempo y el dinero invertidos en esa aventura, son minutos de decepción en el lugar con el que llevabas mucho tiempo soñando, ahora estás ahí pero se pierde todo el encanto cuando la discusión entre nosotros se manifiesta por decidir el sitio en el que se va a parar a comer, por elegir el tipo de comida; unos queremos comida tradicional y otros comida europea, por equivocarnos al tomar una carretera si no se ha sabio interpretar la ruta del GPS y hay que retroceder, por mal interpretar el plano de la ciudad para llegar a determinado lugar y hay que volver a revisar el recorrido, por la convivencia en la misma habitación del hotel, por los imprevistos que surgen y que alteran los planes, como puede ser la avería del coche, o simplemente porque nuestras hijas adolescentes prefieren estar con sus amigos y no con sus padres, para ellas aburridos y pesados. En definitiva, mi experiencia me dice que un viaje de vacaciones te aporta descanso de las tareas domésticas, cansancio físico si intentas ver muchas cosas en poco tiempo, nervios ante imprevistos que te obligan a salir de la zona de confort, tensión en una convivencia forzada que nos descubre aspectos de los otros que durante el resto del año están ocultos por la actividad cotidiana y la separación física dentro del propio hogar, ya que en el día a día al finalizar la jornada cada uno de nosotros elige su estancia para disfrutar de sus momentos de descanso e intimidad y apenas coincidimos unos minutos, bien a la hora de la comida o de la cena, pero a veces ni eso.
Un viaje pone a prueba nuestra paciencia, en esos días afloran en nosotros gestos y formas de comportamiento desconocidos, latentes, que nos irritan y desconciertan, elevamos el tono de voz en un intento de querer tener la razón, de salirnos con la nuestra, de querer desahogarnos, simplemente por impotencia, pero una y otra vez tenemos que recapacitar y regresar al estado de prudencia y sensatez para volver a disfrutar de esa bonita aventura y quedarnos siempre con los mejores recuerdos, pero eso sí, aprendiendo de los errores.
domingo, 21 de julio de 2019
Ciudades clonadas
Es lunes y me encuentro en Madrid, la boca de metro me deposita en una calle céntrica con gran trasiego de gente que circula en ambas direcciones, y yo me dejo llevar en la dirección que me indica el GPS cuando le pido que me conduzca hasta el café-bar que previamente he seleccionado en mi agenda de viaje para ir a desayunar. En el recorrido voy observando la calzada por la que camino, típicas baldosas de calle peatonal, los portales y fachadas de los comunes edificios, los escaparates de la multitud de tiendas que se sitúan a ambos lados, la mayoría franquicias de nombres muy conocidos, y tengo la sensación de que por ahí he pasado cientos de veces, a pesar de que es la primera vez que lo hago. Este entorno no me aporta nada nuevo por descubrir respecto a la ciudad por la que habitualmente me muevo y es el mismo que pueda encontrar en cualquier urbe de cualquier país de cultura occidental. Deduzco con ello que los núcleos céntricos urbanos se han clonado.
Más tarde, decido abandonar las avenidas más concurridas y de manera expectante me adentro en un barrio histórico, de calles estrechas, solitarias, de fachadas desconchadas, de puertas y ventanas cerradas a cal y canto, de escaparates modestos, arcaicos, de tabernas y bares con entidad propia. El sosiego impera por encima del barullo de las grandes arterias circundantes, desaparece la sensación de prisa y agobio que unos minutos antes sentía al cruzar Gran Vía, Puerta de Sol o Avenida de Las Cortes, apenas a 200 metros del lugar por el que transito, y ahora vuelvo a tener la impresión de que me encuentro en cualquier calle de mi pueblo, me siento en casa, dejo de ser turista y paso a ser residente del mundo. Esta misma percepción vuelve a ponerse de manifiesto dos días después, cuando a la misma hora me encuentro deambulando por las calles de mi localidad, una población medianamente grande del sureste español y entonces siento que estoy de visita en cualquier otra población de la geografía nacional, soy simplemente una turista en mi barrio.
domingo, 21 de abril de 2019
Mi casa "aquí y ahora"
17 de abril de 2031
En este mismo instante me encuentro tomando un baño de radiante sol en la puerta de mi acogedora casa. Situada en lo alto de una colina, puedo ver un inmenso mar de árboles que se extiende hasta el infinito; hacia la izquierda diviso un manto ondulado de color verde oscuro y hacia la derecha, olivos y más olivos dispuestos como soldados el día de un desfile. Por encima de todo, las cumbres abruptas de las montañas que rodean el precioso valle en el que vivo.
La primavera incipiente se refleja en las flores del jardín y en el polen que el viento dispersa en todas direcciones creando una neblina que difumina el paisaje. Me acomodo en un banco de piedra dura y fría a descansar unos minutos en la hora de la siesta, tan solo para dedicarme a contemplar las vistas que tengo delante. Todo es silencio, apenas se oye un ligero susurro de los árboles movidos por el viento.
En la mesa del salón hay un libro que está esperando ser leído, lo he sacado al azar de la robusta y rústica librería que hay en el salón-comedor.
Las persianas están levantadas, la luz entra a raudales en la estancia, el suave sillón abatible me está esperando para que me siente en él, pero de momento no tengo prisa por entrar, la temperatura en la calle es cálida y muy agradable, ya que a lo lejos presiento el acecho de nubes grises que puede que refresquen el ambiente hacia media tarde. Hoy he decidido cancelar el paseo para dedicarme de lleno a la lectura y a escribir alguna de mis reflexiones en mi blog, o bien puedo tener una vídeo conferencia con mis hijas que están lejos dedicadas de pleno a sus trabajos y viviendo su propia vida.
18 de abril de 2031
El día ha amanecido nublado, huelo a hierba mojada, compruebo en mi propia piel que el ambiente ha refrescado y me estremezco de frío. Me apetece encender de nuevo la chimenea después de haber pasado unos días atípicos en cuanto al calor que ha hecho. El color gris de la mañana me hace sentir alegre y me propongo disfrutar del día empezando con un buen desayuno en la coqueta cocina que tiene mi acogedora casa. Mientras tomo un gran tazón de leche diviso, a través del ventanal, la carretera que llega a la aldea, muy vez en cuando algún coche sube o baja por ella, apenas oigo el ruido del motor.
Hoy me he propuesto dedicarme a limpiar la casa; barrer el suelo, quitar el polvo a los muebles y poco más porque es una casa sencilla, con los enseres básicos para hacerla práctica y cómoda; consta de una sola planta, a piso de calle, con tejado a dos aguas cubierto de teja de barro, amplias ventadas, porche y un pequeño jardín. La distribución de las estancias también es simple; salón-comedor-cocina, 2 amplios dormitorios y 1 cuarto de baño con ducha. En el salón hay una chimenea junto a un cómodo sofá, un sillón abatible, la televisión panorámica y una enorme librería que ocupa toda la pared de la habitación, en ella ya no caben más libros.
Al pueblo llega la fibra óptica de internet y gracias a ello puedo comunicarme cuando desee con mis hijas.
Una de las habitaciones está acondicionada para alojar a mis hijas cuando vienen en vacaciones o siempre que ellas quieran pasar por aquí.
La vida en este lugar transcurre tranquila, sin sobresaltos, me encuentro dedicada de pleno a hacer senderismo, a mis lectura, a la escritura y a la simple contemplación, tengo todo lo que puedo desear.
19 de abril de 2031
Hoy me he despertado oyendo llover, un continuo gotear sobre el tejado y los cristales de las ventanas. Me levanto, descorro las cortinas y ante mis ojos se despliegan todos los colores del valle en su tonalidad más brillante.
La niebla está acechando mi casa, apenas me deja ver las casas dispersas que pueblan la comarca. Salgo al porche y siento que puedo palpar las densas nubes grises que se han instalado en mi jardín. Vuelvo a sentir el frío que trae la lluvia y me estremezco, por lo que decido encender la calefacción para caldear el ambiente del hogar y aprovechar para pegarme una ducha con agua bien caliente, sin llegar a quemarme y me voy a poner ropa cómoda para quedarme en casa.
Es un día que me invita al recogimiento, nada mejor para dedicarme a preparar una suculenta comida con ingredientes que proporciona la zona; cordero segureño, pan de hogaza, miel, aceite en abundancia, etc. Después de comer voy a continuar con la lectura que tengo a mitad recostada en mi cómodo sillón de piel colocado junto a la gran librería que he formado a lo largo de muchos años y con las cortinas descorridas para ver como sigue lloviendo.
Los muebles que hay en el salón son; una amplia mesa, 6 sillas, un sofá, el sillón, un mueble bar y la librería, todos de madera noble, robustos y austeros.
En el cuarto de aperos que hay en el jardín tengo guardados muebles auxiliares plegables para sacar cuando nos juntamos toda la familia y poder estar todos bien cómodos, ya que me encanta recibir la visita de mis hijas que a veces vienen solas y otras acompañadas y si desean quedarse pueden hacerlo sin problemas y me gusta que se sientan a gusto, como en su propia casa.
20 de abril de 2031
La lluvia ha seguido cayendo incesantemente, un día más para estar resguardada, acompañada de Juan que aprovecha estos días para arreglar desperfectos o colocar algunos cuadros que faltan en las paredes tras la mudanza. Hoy he decidido que me voy a dedicar a clasificar fotos para llevarlas a revelar y colocar las que más me gusten en porta fotos que voy a distribuir entre las habitaciones y el salón. De momento, mis amigos los árboles van a tener que esperar mi visita, con la cantidad de agua que está cayendo estos días es peligroso aventurarme por la montaña. El olor a humedad lo impregna todo, el agua empieza a correr formando pequeños surcos que se han formado en las laderas que rodean mi casa.
La chimenea continua encendida, Juan no ha dejado que se apague en toda la noche, por lo que la habitación está caliente, lo que me permite ir en manga corta sin tener sensación de frío.
Ya que tengo que ir al pueblo a revelar las fotos, voy a aprovechar para hacer algo de compra y aprovisionar la despensa para varios días. Cuando vuelva y coloque la comida en su sitio voy a seguir avanzando en la lectura del libro que llevo entre manos, en dos días he leído más de 100 páginas y también he podido escribir en mi blog sobre mi experiencia en esta nueva casa, el sueño de toda una vida hecho por fin realidad.
Mientras voy en el coche al supermercado me permito abrir un momento la ventanilla para respirar el aire limpio, también oigo correr agua por todas direcciones, veo las plantas más despiertas, brillantes, no veo animales que me imagino escondidos contemplando igualmente el mismo espectáculo que yo veo, todo es Paz y Armonía.
21 de abril de 2031
Abro los ojos y siento el cantar de los pájaros en sonido amplificado, acompañado del repicar de la campana de la iglesia. Un rayo de sol asoma tímidamente a través de las compactas nubes que empiezan a retirarse y junto con la tonalidad plateada de la tierra mojada me imagino que estoy en la escena de un cuenta mágico.
Hace una mañana preciosa para retomar la actividad del senderismo, acercarme a tocar el agua que baja por los riachuelos que aún permanecen activos alimentados desde las altas cumbres, acariciar el musgo suave y resbaladizo de las silenciosas piedras que hay en la umbría del camino, volver a abrazar a los dos enormes y majestuosos pinos que montan guardia en el acceso al bosque encantado de viejos robles, estos me dan tranquilidad y seguridad cuando vuelvo de hacer esta preciosa ruta, porque a partir de aquí conozco perfectamente el camino que conduce a casa y sé que no me he perdido.
Todo lo que toco me impregna las manos de agua, siento la Naturaleza en su plenitud, siento un cosquilleo interno de dicha y placer inmenso.
Una vez en el pueblo, Juan, que me ha acompañado a hacer la ruta, y yo nos vamos directos a darnos un pequeño homenaje en el centro social, donde hay una sencilla cantina a la que los vecinos del pueblo acudimos a tomar un aperitivo o simplemente encargamos la comida si no nos apetece cocinar.
22 de abril de 2031
Una mañana más amanece en el pequeño pueblo, la vida transcurre sin prisas, tengo todo el día por delante para hacer lo que me gusta, aunque antes tengo que dedicarle un poco de tiempo al jardín que con las últimas lluvias ha quedado cubierto de los arrastres de polvo y tierra del tejado, la caída de hojas de las enredaderas y el barro disperso de las jardineras. Me gusta tener el jardín cuidado y la casa ordenada, por lo que siempre dedico un tiempo a estas tareas que también me entretienen y me relajan. Mientras estoy barriendo el porche, el panadero llega a la puerta de la valla avisando con fuertes pitidos para que salga con la bolsa a recoger la barra de pan que tengo encargada todos los días de la semana, menos los domingos que él no trabaja. También es el día en el que por aquí pasa la el vendedor ambulante que lleva la verdura y otros productos envasados no perecederos, como leche, galletas, etc., siempre compro algo y hoy seguro que también, esto me va a ahorrar tener que desplazarme hasta el pueblo más cercano donde se encuentra el supermercado.
Mi aldea está localizada en un lugar privilegiado respecto a la cercanía de otros parajes de ensueño, hay que coger el coche para acceder a ellos, pero no se encuentran a más de media hora de mi casa y no hay escusa posible para no visitar estos lugares tanto si es lunes, martes o cualquier otro día laboral en los que los tendré plenamente para mí sola y para Juan si me acompaña. El aburrimiento y la monotonía son para mí aspectos desconocidos desde que vivo aquí, el pasado quedó atrás y solo existe el presente más consciente en este rincón del mundo.
22 de abril de 2031
Una mañana más amanece en el pequeño pueblo, la vida transcurre sin prisas, tengo todo el día por delante para hacer lo que me gusta, aunque antes tengo que dedicarle un poco de tiempo al jardín que con las últimas lluvias ha quedado cubierto de los arrastres de polvo y tierra del tejado, la caída de hojas de las enredaderas y el barro disperso de las jardineras. Me gusta tener el jardín cuidado y la casa ordenada, por lo que siempre dedico un tiempo a estas tareas que también me entretienen y me relajan. Mientras estoy barriendo el porche, el panadero llega a la puerta de la valla avisando con fuertes pitidos para que salga con la bolsa a recoger la barra de pan que tengo encargada todos los días de la semana, menos los domingos que él no trabaja. También es el día en el que por aquí pasa la el vendedor ambulante que lleva la verdura y otros productos envasados no perecederos, como leche, galletas, etc., siempre compro algo y hoy seguro que también, esto me va a ahorrar tener que desplazarme hasta el pueblo más cercano donde se encuentra el supermercado.
Mi aldea está localizada en un lugar privilegiado respecto a la cercanía de otros parajes de ensueño, hay que coger el coche para acceder a ellos, pero no se encuentran a más de media hora de mi casa y no hay escusa posible para no visitar estos lugares tanto si es lunes, martes o cualquier otro día laboral en los que los tendré plenamente para mí sola y para Juan si me acompaña. El aburrimiento y la monotonía son para mí aspectos desconocidos desde que vivo aquí, el pasado quedó atrás y solo existe el presente más consciente en este rincón del mundo.
domingo, 14 de abril de 2019
Recorriendo el duro camino hacia La Verdad
Otra vez vuelvo a sentir el cosquilleo tenue a la altura del ombligo, es casi imperceptible, pero a veces se deja notar tímidamente; sobretodo cuando camino lentamente contemplando con detalle todo lo que sucede a mi alrededor, cuando salgo a la montaña, cuando me sitúo en el momento presente apreciando todo lo que la Vida me ha dado en mi andadura por Ella, sin embargo, ahora que me miro hacia dentro y me observo, me resulta muy complicado aceptar los fallos, los tropiezos que tengo en ese recorrido, me asusta y me desmotiva, obligándome a resurgir poco a poco de mis propias cenizas, como el ave Fenix:
.- He vivido una semana de contemplación hacia mi interior y no me ha gustado nada lo que he visto. He percibido la cobardía, la hipocresía, en definitiva, el miedo al reproche. Me he colocado en el lado opuesto al que estuve cuando fui sancionada en mi trabajo. He tenido que sancionar a mis compañeras viendo la indignación y el estupor en sus rostros. Yo me he encontrado con mi razón enfrentada a su rabia, la he comprendido pero no compartido.
.- He criticado la actitud cobarde de una compañera ante su silencio por no reconocer una falta que cometió y me he dado de bruces con una prueba similar, en contra de lo que esperaba, no la he superado, he sido cobarde por no reconocer mi error ante la persona que ha preguntado quien ha divulgado un comentario que no se debía conocer y lejos de decir que fui yo, porque así fue, he callado y afirmado que yo no sabía nada del tema.
.- Ha sido un día decepcionante, de querer volver hacia atrás para rectificar, de "tierra trágame", de volver a tropezar con la misma piedra y ya van más de 3 veces, de impotencia por la falta de sabiduría para saber desenvolverme entre la gente como me gustaría, con decisión, con sinceridad...
.- Se que mi niña ha estado alentándome, pero no la he escuchado, he manifestado mis razones para estar tensa, enfadada, cansada...me resulta muy difícil perdonarme, reconozco mi debilidad, mi temor, pero no me lo perdono porque quiero ser mejor, quiero ser perfecta y eso me lleva a otra falta, si cabe, aún más grave, la vanidad de sentirme superior a cualquier otro semejante y me doy cuenta que no lo soy, tan solo soy un ser humano, como dice la famosa canción del gran canta-autor Joan Bautista Aumet.
.- Curiosamente, después de mi abatimiento emocional, me he encontrado 2 veces en ese mismo día con colapso de tráfico, no he podido esquivarlo porque se me estaba avisando de mi colapso mental, al igual que las "pitorradas" que he recibido por la distracción en la conducción para alertarme de mi desviación del Camino, cuando he estado en estado de presencia y alerta he sabido evitar las aglomeraciones que tanta ansiedad me producen y buscado alternativas para circular sin agobio, ni prisa.
domingo, 31 de marzo de 2019
La adolescencia a vista de pájaro
Respiro profundamente, hasta lo más profundo de mi ser, para poder entender la adolescencia. Es la fase de la vida en la que el Alma se encuentra de pleno en el aquí y en el ahora, pero en este momento no se tiene consciencia de este hecho transcendental porque ni si quiera se sabe que existe el Alma.
En la lejanía de los años, la adolescencia tiene un aspecto totalmente distinto al que aprecié en su momento, cuando creía que vivir era soportar una piedra pesada que recaía sobre mis hombros sin poder hacer nada para aliviar la carga. Ahora me doy cuenta que es un trayecto de crecimiento inevitable, huidizo y arisco en el cual nos mostramos inconformistas, llenos de miedos vanos, valientes ante los peligros más evidentes.
Es una etapa de gran vitalidad física pero de decaimiento psíquico y también moral en algunos casos, difícil resulta la tarea de elevarlo mínimamente a un estado de consciencia incipiente. Apenas se vislumbra un resquicio de realidad difusa, ya que esta permanece oculta bajo una capa de sueños fugaces, de nobles ilusiones y de apariencia desmedida.
Es el Espíritu manteniendo el equilibrio mientras camina por una cuerda floja donde al otro lado nos espera nuestra verdadera identidad, sin disfraces, madura y despierta, pero si la cuerda se destensa, el miedo de caer al abismo nos puede bloquear e impedir que nos agarremos bien para mantenernos sujetos hasta que consigamos llegar a nuestro destino, aunque sea trepando.
Es una etapa de gran vitalidad física pero de decaimiento psíquico y también moral en algunos casos, difícil resulta la tarea de elevarlo mínimamente a un estado de consciencia incipiente. Apenas se vislumbra un resquicio de realidad difusa, ya que esta permanece oculta bajo una capa de sueños fugaces, de nobles ilusiones y de apariencia desmedida.
Es el Espíritu manteniendo el equilibrio mientras camina por una cuerda floja donde al otro lado nos espera nuestra verdadera identidad, sin disfraces, madura y despierta, pero si la cuerda se destensa, el miedo de caer al abismo nos puede bloquear e impedir que nos agarremos bien para mantenernos sujetos hasta que consigamos llegar a nuestro destino, aunque sea trepando.
Hoy Irene me ha agradecido, a su manera, que pasáramos la mañana juntas y de ahí ha surgido esta reflexión, en un precioso domingo gris con el sonido de la lluvia de fondo.
martes, 19 de marzo de 2019
Mensaje de mi niña
Mi niña fue al principio una niña alegre, extrovertida y muy simpática. Llevaba casi siempre el pelo recogido en una coleta porque si se lo dejaba suelto, su rizo se expandía como un erizo erizado y resultaba llamativo. A mamá no le gustaba así y por eso prefería recogerlo con una goma. Supongo que sería para no llamar mucho la atención entre el resto de compañeras y amigas.
Mi niña echa muchísimo de menos a su papá, aún puede ver su cara de color verde aceituna, su expresión sonriente, su mirada serena. También recuerda su voz; amorosa, pausada...En su memoria permanecen las palabras de apoyo, de comprensión y de aliento que siempre recibió por parte de él.
Mi niña es romántica y soñadora. De mayor se imagina ser una persona culta y educada; una escritora, por ejemplo. Este deseo viene a raíz de una vez que una compañera de clase le preguntó si su abuela (por parte de padre) era de raza gitana, por su tez morena y arrugada, así como por el peinado y el vestuario descuidado, ella se sintió sorprendida y un poco avergonzada ante esa pregunta y contestó con un no rotundo, pero la duda de su amiga hizo a mi niña avergonzarse de su abuela y buscar inconscientemente el aspecto contrario a esa semejanza, estudiando y leyendo muchísimo.
Mi niña se siente insegura cuando se relaciona con otros compañeros y amigos, considera que lo que tiene que decir no le importa a nadie, por eso siempre prefiere escuchar a hablar.
Mi niña no se atreve a andar sola por la vida, cuando lo ha hecho ha sentido pudor.
Mi niña desprecia su fortaleza física porque nunca ha destacado en gimnasia, en esta asignatura ha sacado notas mediocres y no se imagina lo que puede alcanzar si se lo propone.
Mi niña tiene miedo a las caídas, porque siempre que ha sufrido un accidente ha recibido reproches de torpeza, desconoce el hecho de que si se cae no pasa nada y yo le daré palabras de aliento y comprensión.
Mi niña se pone muy contenta cuando sale a la montaña, ahí se encuentra como en casa. Añora las aldeas abandonadas entre bosques y se imagina una vida idílica en estos.
Mi niña desea pasar desapercibida porque considera que tiene un aspecto mediocre, para compensarlo muestra un comportamiento forzado de jovialidad y simpatía, pero a veces le apetece estar callada y seria, no hay motivo para lo contrario.
Mi niña siempre ha evitado hacer travesuras o portarse "mal" a fin de evitar broncas o "hacer el ridículo" por lo que tiene inculcada una responsabilidad desmedida.
Mi niña tiene los mismos miedos que su mamá tenía; miedo a quedarse sin dinero, miedo a la incertidumbre del futuro.
Mi niña me teme o se enfada cuando ve en mí el comportamiento de mamá.
Pido a mi niña que me perdone por ignorarla tanto tiempo, por no saber que me estaba llamando y yo no la escuchaba. Ahora le digo que ya no está sola, que puede salir siempre que le apetezca porque .- yo la voy a acompañar allá donde quiera que vaya.
.- Si se cae, yo la voy a ayudar a levantarse y a cuidarla.
.- Yo le voy a dar el valor que necesita para subir las montañas y seguro que lo va a hacer muy bien. .- Su físico es perfecto, a mi me gusta muchísimo, la veo preciosa.
.- Yo le voy a permitir hacer las travesuras que le apetezcan, que muestre su espontaneidad sin censuras.
Pido a mi niña que me ayude a cambiar aquellas cosas de mi que no le gustan, con paciencia y mucho amor, se lo ruego y se lo suplico.
domingo, 3 de febrero de 2019
Por qué elijo Cehegín
Añoro la vida sencilla que emana de la callejuelas empinadas y angostas de un pueblo como Cehegín que antaño tuvo su Historia, las piedras nos hablan de personajes importantes, pero también de gente sencilla que nació y murió en esas casas que hoy conforman una preciosa postal de un rincón del Mediterráneo, es un lugar donde se siente el Alma de los que por allí han pasado y de los que ahora lo habitan, se puede apreciar con la vista viendo una simple fotografía, pero también llega a mi imaginación el olor de la masa de harina cocida en el tradicional horno de leña, el sabor de una sabrosa comida recién hecha, el tacto de unos muros que dan frescor al ambiente cálido de la región en la que se ubica este bello pueblo.
Visitar un lugar como este es retroceder en el tiempo para conocer nuestras raíces ancestrales más lejanas; gastronomía, cultura, recursos naturales y por supuesto el idioma, entre otros muchos aspectos que tenemos en común todos aquellos que hemos nacido junto a la costa Mediterránea y de lo cual me siento muy orgullosa.
Añoro abrir la ventana de cualquier humilde casa para respirar la brisa del cálido verano que penetra serpenteando por los estrechos callejones.
Añoro ver a lo lejos la torre de la iglesia elevarse sobre los tejados ocres, hundidos, pandeados por el peso del tiempo.
Añoro salir a pasear sin prisas, sin ruidos de ciudad y saludar a la gente sencilla que te devuelve el saludo y se interesan por saber quién eres y qué haces ahí.
Añoro disfrutar de la soledad de los campos de alrededor, caminar kilómetros y kilómetros en la más absoluta tranquilidad.
Cehegín es un pueblo más de los muchos que se están dejando vencer con el paso de los años sin perder la esencia de lo que un día fue, es todo un privilegio poder vivir una experiencia única como la de pasar todo un verano en un sitio como este, pero reconozco que tengo miedo de que el sitio me atrape y no pueda regresar a mi común rutina.
sábado, 2 de febrero de 2019
Íntimo y Personal
En paz con La Vida y conmigo misma. Serena, relajada, emocionada con mis recuerdos. Agradecida con mis orígenes. Ilusionada en cada amanecer. Transformando los miedos en fortalezas. Permitiéndome ser y perdonando mis debilidades.
Día a día evolucionando y creciendo como Persona, sintiendo la magia que se produce en esta transición. Apreciando que en mí está Dios, que soy su imagen y semejanza. Tengo poder para cambiar cosas partiendo de la Fe y de mi confianza; con mis decisiones y mi actitud.
Me miro hacia dentro y atisbo que hay una niña sensible, tímida, asustada, amorosa,...que ha estado siempre escondida y ahora se atreve a asomarse. Noto su presencia en este instante, pero es muy tenue. Paciente y decidida transito hacia su encuentro.
Es lo que siento.
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