Respiro profundamente, hasta lo más profundo de mi ser, para poder entender la adolescencia. Es la fase de la vida en la que el Alma se encuentra de pleno en el aquí y en el ahora, pero en este momento no se tiene consciencia de este hecho transcendental porque ni si quiera se sabe que existe el Alma.
En la lejanía de los años, la adolescencia tiene un aspecto totalmente distinto al que aprecié en su momento, cuando creía que vivir era soportar una piedra pesada que recaía sobre mis hombros sin poder hacer nada para aliviar la carga. Ahora me doy cuenta que es un trayecto de crecimiento inevitable, huidizo y arisco en el cual nos mostramos inconformistas, llenos de miedos vanos, valientes ante los peligros más evidentes.
Es una etapa de gran vitalidad física pero de decaimiento psíquico y también moral en algunos casos, difícil resulta la tarea de elevarlo mínimamente a un estado de consciencia incipiente. Apenas se vislumbra un resquicio de realidad difusa, ya que esta permanece oculta bajo una capa de sueños fugaces, de nobles ilusiones y de apariencia desmedida.
Es el Espíritu manteniendo el equilibrio mientras camina por una cuerda floja donde al otro lado nos espera nuestra verdadera identidad, sin disfraces, madura y despierta, pero si la cuerda se destensa, el miedo de caer al abismo nos puede bloquear e impedir que nos agarremos bien para mantenernos sujetos hasta que consigamos llegar a nuestro destino, aunque sea trepando.
Es una etapa de gran vitalidad física pero de decaimiento psíquico y también moral en algunos casos, difícil resulta la tarea de elevarlo mínimamente a un estado de consciencia incipiente. Apenas se vislumbra un resquicio de realidad difusa, ya que esta permanece oculta bajo una capa de sueños fugaces, de nobles ilusiones y de apariencia desmedida.
Es el Espíritu manteniendo el equilibrio mientras camina por una cuerda floja donde al otro lado nos espera nuestra verdadera identidad, sin disfraces, madura y despierta, pero si la cuerda se destensa, el miedo de caer al abismo nos puede bloquear e impedir que nos agarremos bien para mantenernos sujetos hasta que consigamos llegar a nuestro destino, aunque sea trepando.
Hoy Irene me ha agradecido, a su manera, que pasáramos la mañana juntas y de ahí ha surgido esta reflexión, en un precioso domingo gris con el sonido de la lluvia de fondo.