domingo, 31 de marzo de 2019

La adolescencia a vista de pájaro

Respiro profundamente, hasta lo más profundo de mi ser, para poder entender la adolescencia. Es la fase de la vida en la que el Alma se encuentra de pleno en el aquí y en el ahora, pero en este momento no se tiene consciencia de este hecho transcendental porque ni si quiera se sabe que existe el Alma.
   En la lejanía de los años, la adolescencia tiene un aspecto totalmente distinto al que aprecié en su momento, cuando creía que vivir era soportar una piedra pesada que recaía sobre mis hombros sin poder hacer nada para aliviar la carga. Ahora me doy cuenta que es un trayecto de crecimiento inevitable, huidizo y arisco en el cual nos mostramos inconformistas, llenos de miedos vanos, valientes ante los peligros más evidentes.
   Es una etapa de gran vitalidad física pero de decaimiento psíquico y también moral en algunos casos, difícil resulta la tarea de elevarlo mínimamente a un estado de consciencia incipiente. Apenas se vislumbra un resquicio de realidad difusa, ya que esta permanece oculta bajo una capa de sueños fugaces, de nobles ilusiones y de apariencia desmedida.
   Es el Espíritu manteniendo el equilibrio mientras camina por una cuerda floja donde al otro lado nos espera nuestra verdadera identidad, sin disfraces, madura y despierta, pero si la cuerda se destensa, el miedo de caer al abismo nos puede bloquear e impedir que nos agarremos bien para mantenernos sujetos hasta que consigamos llegar a nuestro destino, aunque sea trepando. 
Hoy Irene me ha agradecido, a su manera, que pasáramos la mañana juntas y de ahí ha surgido esta reflexión, en un precioso domingo gris con el sonido de la lluvia de fondo. 

martes, 19 de marzo de 2019

Mensaje de mi niña

    Mi niña fue al principio una niña alegre, extrovertida y muy simpática. Llevaba casi siempre el pelo recogido en una coleta porque si se lo dejaba suelto, su rizo se expandía como un erizo erizado y resultaba llamativo. A mamá no le gustaba así y por eso prefería recogerlo con una goma. Supongo que sería para no llamar mucho la atención entre el resto de compañeras y amigas. 
    Mi niña echa muchísimo de menos a su papá, aún puede ver su cara de color verde aceituna, su expresión sonriente, su mirada serena. También recuerda su voz; amorosa, pausada...En su memoria permanecen las palabras de apoyo, de comprensión y de aliento que siempre recibió por parte de él. 
    Mi niña es romántica y soñadora. De mayor se imagina ser una persona culta y educada; una  escritora, por ejemplo. Este deseo viene a raíz de una vez que una compañera de clase le preguntó si su abuela (por parte de padre) era de raza gitana, por su tez morena y arrugada, así como por el peinado y el vestuario descuidado, ella se sintió sorprendida y un poco avergonzada ante esa pregunta y contestó con un no rotundo, pero la duda de su amiga hizo a mi niña avergonzarse de su abuela y buscar inconscientemente el aspecto contrario a esa semejanza, estudiando y leyendo muchísimo.
   Mi niña se siente insegura cuando se relaciona con otros compañeros y amigos, considera que lo que tiene que decir no le importa a nadie, por eso siempre prefiere escuchar a hablar. 
   Mi niña no se atreve a andar sola por la vida, cuando lo ha hecho ha sentido pudor.
   Mi niña desprecia su fortaleza física porque nunca ha destacado en gimnasia, en esta asignatura ha sacado notas mediocres y no se imagina lo que puede alcanzar si se lo propone.
    Mi niña tiene miedo a las caídas, porque siempre que ha sufrido un accidente ha recibido reproches de torpeza, desconoce el hecho de que si se cae no pasa nada y yo le daré palabras de aliento y comprensión.
    Mi niña se pone muy contenta cuando sale a la montaña, ahí se encuentra como en casa. Añora las aldeas abandonadas entre bosques y se imagina una vida idílica en estos.
    Mi niña desea pasar desapercibida porque considera que tiene un aspecto mediocre, para compensarlo muestra un comportamiento forzado de jovialidad y simpatía, pero a veces le apetece estar callada y seria, no hay motivo para lo contrario.
    Mi niña siempre ha evitado hacer travesuras o portarse "mal" a fin de evitar broncas o "hacer el ridículo" por lo que tiene inculcada una responsabilidad desmedida. 
   Mi niña tiene los mismos miedos que su mamá tenía; miedo a quedarse sin dinero, miedo a la incertidumbre del futuro. 
     Mi niña me teme o se enfada cuando ve en mí el comportamiento de mamá. 

    Pido a mi niña que me perdone por ignorarla tanto tiempo, por no saber que me estaba llamando y yo no la escuchaba. Ahora le digo que ya no está sola, que puede salir siempre que le apetezca porque .- yo la voy a acompañar allá donde quiera que vaya. 
.- Si se cae, yo la voy a ayudar a levantarse y a cuidarla. 
.- Yo le voy a dar el valor que necesita para subir las montañas y seguro que lo va a hacer muy bien.  .- Su físico es perfecto, a mi me gusta muchísimo, la veo preciosa. 
.- Yo le voy a permitir hacer las travesuras que le apetezcan, que muestre su espontaneidad sin censuras.
    Pido a mi niña que me ayude a cambiar aquellas cosas de mi que no le gustan, con paciencia y mucho amor, se lo ruego y se lo suplico.