domingo, 21 de abril de 2019

Mi casa "aquí y ahora"

17 de abril de 2031

En este mismo instante me encuentro tomando un baño de radiante sol en la puerta de mi acogedora casa. Situada en lo alto de una colina, puedo ver un inmenso mar de árboles que se extiende hasta el infinito; hacia la izquierda diviso un manto ondulado de color verde oscuro y hacia la derecha, olivos y más olivos dispuestos como soldados el día de un desfile. Por encima de todo, las cumbres abruptas de las montañas que rodean el precioso valle en el que vivo.
La primavera incipiente se refleja en las flores del jardín y en el polen que el viento dispersa en todas direcciones creando una neblina que difumina el paisaje. Me acomodo en un banco de piedra dura y fría a descansar unos minutos en la hora de la siesta, tan solo para dedicarme a contemplar las vistas que tengo delante. Todo es silencio, apenas se oye un ligero susurro de los árboles movidos por el viento.
En la mesa del salón hay un libro que está esperando ser leído, lo he sacado al azar de la robusta y rústica librería que hay en el salón-comedor.
Las persianas están levantadas, la luz entra a raudales en la estancia, el suave sillón abatible me está esperando para que me siente en él, pero de momento no tengo prisa por entrar, la temperatura en la calle es cálida y muy agradable, ya que a lo lejos presiento el acecho de nubes grises que puede que refresquen el ambiente hacia media tarde. Hoy he decidido cancelar el paseo para dedicarme de lleno a la lectura y a escribir alguna de mis reflexiones en mi blog, o bien puedo tener una vídeo conferencia con mis hijas que están lejos dedicadas de pleno a sus trabajos y viviendo su propia vida.

18 de abril de 2031

El día ha amanecido nublado, huelo a hierba mojada, compruebo en mi propia piel que el ambiente ha refrescado y me estremezco de frío. Me apetece encender de nuevo la chimenea después de haber pasado unos días atípicos en cuanto al calor que ha hecho. El color gris de la mañana me hace sentir alegre y me propongo disfrutar del día empezando con un buen desayuno en la coqueta cocina que tiene mi acogedora casa. Mientras tomo un gran tazón de leche diviso, a través del ventanal, la carretera que llega a la aldea, muy vez en cuando algún coche sube o baja por ella, apenas oigo el ruido del motor. 
Hoy me he propuesto dedicarme a limpiar la casa; barrer el suelo, quitar el polvo a los muebles y poco más porque es una casa sencilla, con los enseres básicos para hacerla práctica y cómoda; consta de una sola planta, a piso de calle, con tejado a dos aguas cubierto de teja de barro, amplias ventadas, porche y un pequeño jardín. La distribución de las estancias también es simple; salón-comedor-cocina, 2 amplios dormitorios y 1 cuarto de baño con ducha. En el salón hay una chimenea junto a un cómodo sofá, un sillón abatible, la televisión panorámica y una enorme librería que ocupa toda la pared de la habitación, en ella ya no caben más libros.
Al pueblo llega la fibra óptica de internet y gracias a ello puedo comunicarme cuando desee con mis hijas.
Una de las habitaciones está acondicionada para alojar a mis hijas cuando vienen en vacaciones o siempre que ellas quieran pasar por aquí.
La vida en este lugar transcurre tranquila, sin sobresaltos, me encuentro dedicada de pleno a hacer senderismo, a mis lectura, a la escritura y a la simple contemplación, tengo todo lo que puedo desear.

19 de abril de 2031

Hoy me he despertado oyendo llover, un continuo gotear sobre el tejado y los cristales de las ventanas. Me levanto, descorro las cortinas y ante mis ojos se despliegan todos los colores del valle en su tonalidad más brillante. 
La niebla está acechando mi casa, apenas me deja ver las casas dispersas que pueblan la comarca. Salgo al porche y siento que puedo palpar las densas nubes grises que se han instalado en mi jardín. Vuelvo a sentir el frío que trae la lluvia y me estremezco, por lo que decido encender la calefacción para caldear el ambiente del hogar y aprovechar para pegarme una ducha con agua bien caliente, sin llegar a quemarme y me voy a poner ropa cómoda para quedarme en casa.
Es un día que me invita al recogimiento, nada mejor para dedicarme a preparar una suculenta comida con ingredientes que proporciona la zona; cordero segureño, pan de hogaza, miel, aceite en abundancia, etc. Después de comer voy a continuar con la lectura que tengo a mitad recostada en mi cómodo sillón de piel colocado junto a la gran librería que he formado a lo largo de muchos años y con las cortinas descorridas para ver como sigue lloviendo.
Los muebles que hay en el salón son; una amplia mesa, 6 sillas, un sofá, el sillón, un mueble bar y la librería, todos de madera noble, robustos y austeros.
En el cuarto de aperos que hay en el jardín tengo guardados muebles auxiliares plegables para sacar cuando nos juntamos toda la familia y poder estar todos bien cómodos, ya que me encanta recibir la visita de mis hijas que a veces vienen solas y otras acompañadas y si desean quedarse pueden hacerlo sin problemas y me gusta que se sientan a gusto, como en su propia casa.

20 de abril de 2031

La lluvia ha seguido cayendo incesantemente, un día más para estar resguardada, acompañada de Juan que aprovecha estos días para arreglar desperfectos o colocar algunos cuadros que faltan en las paredes tras la mudanza. Hoy he decidido que me voy a dedicar a clasificar fotos para llevarlas a revelar y colocar las que más me gusten en porta fotos que voy a distribuir entre las habitaciones y el salón. De momento, mis amigos los árboles van a tener que esperar mi visita, con la cantidad de agua que está cayendo estos días es peligroso aventurarme por la montaña. El olor a humedad lo impregna todo, el agua empieza a correr formando pequeños surcos que se han formado en las laderas que rodean mi casa.
La chimenea continua encendida, Juan no ha dejado que se apague en toda la noche, por lo que la habitación está caliente, lo que me permite ir en manga corta sin tener sensación de frío.
Ya que tengo que ir al pueblo a revelar las fotos, voy a aprovechar para hacer algo de compra y aprovisionar la despensa para varios días. Cuando vuelva y coloque la comida en su sitio voy a seguir avanzando en la lectura del libro que llevo entre manos, en dos días he leído más de 100 páginas y también he podido escribir en mi blog sobre mi experiencia en esta nueva casa, el sueño de toda una vida hecho por fin realidad.
Mientras voy en el coche al supermercado me permito abrir un momento la ventanilla para respirar el aire limpio, también oigo correr agua por todas direcciones, veo las plantas más despiertas, brillantes, no veo animales que me imagino escondidos contemplando igualmente el mismo espectáculo que yo veo, todo es Paz y Armonía.

21 de abril de 2031

Abro los ojos y siento el cantar de los pájaros en sonido amplificado, acompañado del repicar de la campana de la iglesia. Un rayo de sol asoma tímidamente a través de las compactas nubes que empiezan a retirarse y junto con la tonalidad plateada de la tierra mojada me imagino que estoy en la escena de un cuenta mágico.
Hace una mañana preciosa para retomar la actividad del senderismo, acercarme a tocar el agua que baja por los riachuelos que aún permanecen activos alimentados desde las altas cumbres, acariciar el musgo suave y resbaladizo de las silenciosas piedras que hay en la umbría del camino, volver a abrazar a los dos enormes y majestuosos pinos que montan guardia en el acceso al bosque encantado de viejos robles, estos me dan tranquilidad y seguridad cuando vuelvo de hacer esta preciosa ruta, porque a partir de aquí conozco perfectamente el camino que conduce a casa y sé que no me he perdido.
Todo lo que toco me impregna las manos de agua, siento la Naturaleza en su plenitud, siento un cosquilleo interno de dicha y placer inmenso. 
Una vez en el pueblo, Juan, que me ha acompañado a hacer la ruta, y yo nos vamos directos a darnos un pequeño homenaje en el centro social, donde hay una sencilla cantina a la que los vecinos del pueblo acudimos a tomar un aperitivo o simplemente encargamos la comida si no nos apetece cocinar.

22 de abril de 2031

Una mañana más amanece en el pequeño pueblo, la vida transcurre sin prisas, tengo todo el día por delante para hacer lo que me gusta, aunque antes tengo que dedicarle un poco de tiempo al jardín que con las últimas lluvias ha quedado cubierto de los arrastres de polvo y tierra del tejado, la caída de hojas de las enredaderas y el barro disperso de las jardineras. Me gusta tener el jardín cuidado y la casa ordenada, por lo que siempre dedico un tiempo a estas tareas que también me entretienen y me relajan. Mientras estoy barriendo el porche, el panadero llega a la puerta de la valla avisando con fuertes pitidos para que salga con la bolsa a recoger la barra de pan que tengo encargada todos los días de la semana, menos los domingos que él no trabaja. También es el día en el que por aquí pasa la el vendedor ambulante que lleva la verdura y otros productos envasados no perecederos, como leche, galletas, etc., siempre compro algo y hoy seguro que también, esto me va a ahorrar tener que desplazarme hasta el pueblo más cercano donde se encuentra el supermercado.
Mi aldea está localizada en un lugar privilegiado respecto a la cercanía de otros parajes de ensueño, hay que coger el coche para acceder a ellos, pero no se encuentran a más de media hora de mi casa y no hay escusa posible para no visitar estos lugares tanto si es lunes, martes o cualquier otro día laboral en los que los tendré plenamente para mí sola y para Juan si me acompaña. El aburrimiento y la monotonía son para mí aspectos desconocidos desde que vivo aquí, el pasado quedó atrás y solo existe el presente más consciente en este rincón del mundo.



domingo, 14 de abril de 2019

Recorriendo el duro camino hacia La Verdad

   Otra vez vuelvo a sentir el cosquilleo tenue a la altura del ombligo, es casi imperceptible, pero a veces se deja notar tímidamente; sobretodo cuando camino lentamente contemplando con detalle todo lo que sucede a mi alrededor, cuando salgo a la montaña, cuando me sitúo en el momento presente apreciando todo lo que la Vida me ha dado en mi andadura por Ella, sin embargo, ahora que me miro hacia dentro y me observo, me resulta muy complicado aceptar los fallos, los tropiezos que tengo en ese recorrido, me asusta y me desmotiva,  obligándome a resurgir poco a poco de mis propias cenizas, como el ave Fenix: 

.- He vivido una semana de contemplación hacia mi interior y no me ha gustado nada lo que he visto. He percibido la cobardía, la hipocresía, en definitiva, el miedo al reproche. Me he colocado en el lado opuesto al que estuve cuando fui sancionada en mi trabajo. He tenido que sancionar a mis compañeras viendo la indignación y el estupor en sus rostros. Yo me he encontrado con mi razón enfrentada a su rabia, la he comprendido pero no compartido.
.- He criticado la actitud cobarde de una compañera ante su silencio por no reconocer una falta que cometió y me he dado de bruces con una prueba similar, en contra de lo que esperaba, no la he superado, he sido cobarde por no reconocer mi error ante la persona que ha preguntado quien ha divulgado un comentario que no se debía conocer y lejos de decir que fui yo, porque así fue, he callado y afirmado que yo no sabía nada del tema. 
.- Ha sido un día decepcionante, de querer volver hacia atrás para rectificar, de "tierra trágame", de volver a tropezar con la misma piedra y ya van más de 3 veces, de impotencia por la falta de sabiduría para saber desenvolverme entre la gente como me gustaría, con decisión, con sinceridad...
.- Se que mi niña ha estado alentándome, pero no la he escuchado, he manifestado mis razones para estar tensa, enfadada, cansada...me resulta muy difícil perdonarme, reconozco mi debilidad, mi temor, pero no me lo perdono porque quiero ser mejor, quiero ser perfecta y eso me lleva a otra falta, si cabe, aún más grave, la vanidad de sentirme superior a cualquier otro semejante y me doy cuenta que no lo soy, tan solo soy un ser humano, como dice la famosa canción del gran canta-autor Joan Bautista Aumet.
.- Curiosamente, después de mi abatimiento emocional, me he encontrado 2 veces en ese mismo día con colapso de tráfico, no he podido esquivarlo porque se me estaba avisando de mi colapso mental, al igual que las "pitorradas" que he recibido por la distracción en la conducción para alertarme de mi desviación del Camino, cuando he estado en estado de presencia y alerta he sabido evitar las aglomeraciones que tanta ansiedad me producen y buscado alternativas para circular sin agobio, ni prisa.