La primera vez que visité el valle de Tus era un domingo de primavera del año 2005. Desde Murcia fui siguiendo las indicaciones que me habían marcado los amigos que ya conocían el paraje y accedí al Balneario por la carretera de Boche. Tras pasar la aldea, mi vista se empapó del verde mate que alfombraba las laderas de las montañas que encauzan el río Tus. Por el margen izquierdo de la carretera, un anciano guiaba sin prisa a un asno cansado y despreocupado de los coches que le acechaban, me resultó curioso y chocante encontrar un lugar en el que todavía los animales eran útiles en las tareas del campo, esa estampa solo la conocía de las historias de mis abuelos y de los museos etnográficos que había visitado, pero no la había visto de primera mano en la vida cotidiana, sin embargo, debo reconocer que este ambiente rural tan auténtico y ancestral me cautivó. Después, adentrándome por la carretera del Balneario hacia el interior del Valle quedé inundada de una energía vital hasta entonces desconocida, proporcionada por el agua cristalina del afluente del Segura, por las paredes verticales del Calar del Mundo, por el imponente pico del Calar de la Sima, por las silenciosas aldeas salpicadas por la Loma, por la bonita puesta de sol, por el calor de sus gentes, en definitiva por la Vida que hay allí. Desde aquel primer viaje y hasta el día de hoy han sido muchas las veces que he visitado "Mi Valle", lo considero mi segunda casa y voy cada vez que necesito "recargar las pilas", realmente siempre lo consigo. Ya el viaje en sí es un auténtico placer gastronómico haciendo la parada de rigor en Peñarrubia para degustar una carta de difícil decisión ante el listado de platos y sugerencias anotados. A dos kilómetros, saliendo de la Posada de Peñarrubia, un cartel indicativo muestra el desvío hacia el Balneario por la carretera de las aldeas de Yeste, el pantano queda a la izquierda y ha habido años que ha rebosado por encima de tierras de labor, pero en los últimos meses está bajo mínimos y deja al descubierto una tierra quebrada y muerta. Cuentan los aldeanos del lugar que, aunque en sus años de mocedad vivieron tiempos de sequía no se había prolongado esta tanto tiempo como está sucediendo ahora. En la carretera que bordea el pantano cruzamos estrechos puentes que salvan traviesos arroyuelos de los que surge una desbordante vegetación que provee de sombra las curvas del camino, también el cultivo de álamos en terreno inundado de agua incrementa la sensación de frescor a su paso por la zona además de proporcionarnos indicios de la estación del año en la que nos encontramos; en otoño una esponjosa alfombra húmeda y amarilla da destellos de brillo al paisaje, en primavera el viento del atardecer mueve las hojas dispersas y emergentes que van vistiendo poco a poco las desnudas ramas, en verano los álamos ya están vestidos y repelen a los acechantes rayos del sol y en invierno son los esbeltos troncos y sus ramas los que se elevan hacia el cielo en busca de la luz y del calor ausente en la tierra. La carretera sigue serpenteando, pasamos por pequeños núcleos de casas donde la vida transcurre sin prisa; Arroyo Morote, Llano de La Torre, Majada Carrasaca hasta llegar al cruce de Rala y Raspilla, en este caso la curiosidad se manifiesta por conocer también estas aldeas que están escondidas entre los pinares, pero el objetivo es llegar al Valle de Tus y no es cuestión de demorarlo más, por lo que el viaje continua dejando atrás La Tejeruela y Moropeche en el lado derecho del camino, aquí unas encinas milenarias nos reciben formando un pasillo como cuando los militares hacen la corte a los novios, mientras que en el izquierdo tenemos al tímido Tus llegando al pantano y unas laderas desnudas de arbolado con cortijos dispersos, abandonados, desechos por el paso del tiempo y por el fuego que arrasó la zona años atrás. Se puede ver como la Naturaleza va poco a poco curando este terreno enfermo...pero el pasado jueves, día 28, será una fecha para no olvidar. Un nuevo incendio está aniquilando la Vida del Calar y el idílico entorno que recorremos para ir a nuestra segunda casa; El precioso y querido Valle de Tus.
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